Opinión

Demagogia medioambiental

Cada vez resulta más difícil en algunos casos distinguir la acción política del ejercicio de la demagogia. Se dice que la demagogia es una forma de acción política en la que se concita un inequívoco interés por manipular y agradar a la gente, a las masas, incluyendo ideologías, concesiones, halagos y promesas que muy probablemente no se van a realizar, incluso con omisiones y con información incompleta, pretendiendo sólo la conquista del poder político a través de conseguir el apoyo y el favor del pueblo.

Se hacen apelaciones a la retórica, a la desinformación, a la propaganda superlativa y en definitiva a la manipulación, consiguiendo el apoyo irreflexivo y emocional del pueblo; para ello se exacerban prejuicios, promesas incumplibles, y lo que es peor, se juega con las emociones, miedos y esperanzas populares.

Quizá el comunismo y sus estertores sean el mayor ejemplo de lamentable demagogia, pero también se da en otros espectros políticos; ya era hora que desde una institución pública, nada menos que en el ámbito europeo, se equiparara el ejercicio del comunismo totalitario, que especialmente soló la URSS, al nazismo y se pide que se investiguen sus crímenes.

Ante el declive de esta ideología, que en España todavía genera algunas adhesiones entre los que por ejemplo lamentan la caída del Muro de Berlín, surgen ideologías demagógicas en temas tan importantes y esenciales para el ser humano como el medio ambiente, y ello, no con tratamientos serios y responsables que a todos nos generen una mayor conciencia de la necesidad de cuidar nuestro planeta, sino precisamente tratando de generar miedo, desasosiego y tremendismo; este tratamiento demagógico poco contribuye a convencer e implicar a toda la población en el necesario cuidado del medio ambiente.

Resulta cuando menos intrigante cómo muchos movimientos basados en el concepto de crisis y alarma ambiental global, se centren en Europa y Estados Unidos, y no citen nunca ni a Rusia ni a China. ¡Claro que tenemos que cuidar nuestro medio ambiente!, nos va mucho en ello, pero nos confiamos a racionales y acertadas voces de atención que se basan en datos ciertos y objetivos, huyendo de alarmismos ideológicos que lo único que persiguen es obtener rédito político con ello. Ya decía Aristóteles que «en las democracias, las revoluciones son casi siempre obra de los demagogos».