Opinión

Filisteos es poco

Más Madrid ha obligado a dimitir a un concejal, Pablo Soto, ¡por acoso sexual, nada menos! O no. El denunciado sostiene que no recuerda qué dijo ni a quién, si es que dijo algo. El partido encargó una investigación a un tercero contratado al efecto. A una supuesta experta en violencia machista. De la que tampoco sabemos nada, excepto que en Más País quien instruye también resuelve. Y mucho ojito si el acusado contradice a la denunciante. Todo un «protocolo anti acoso». Encargado a «una experta, que ha desarrollado las actuaciones con todas las garantías». ¡Con todas las garantías! A resultas del carnaval el tipo ha sido expulsado. Pero, atención, Más Madrid no presentará denuncia porque, caramba, «Nosotros hemos incidido en la cuestión política que es la que nos compete». ¡La cuestión política! O sea, no sólo se incide en los derechos fundamentales de defensa y de participación política del afectado, sino que se juguetea para justificarlo con un delito del artículo 184 del Código Penal. Un delito que en la vida real es castigado con «la pena de tres a cinco meses o multa de seis a diez meses». Pero Más País evita el escrutinio de la justicia, la de verdad, no su inquisitorial pachanga. Y va el «condenado» y lo celebra con un vergonzante mea culpa. Sólo falta que le casquen un capirote y lo paseen para autoflagelarse por la casa de sus vecinos; lo paseen con o sin su asentimiento, sí, pues está en silla de ruedas. El futuro ya está aquí. Se parece mogollón al que anhelaban las turbas que exigían la cabeza de Bill Clinton y quemar las fotografías de Robert Mapplethorpe. Con el añadido de que vivimos en un país donde Podemos, y ya veremos si Más País, no tiene escrúpulos para aliarse con quienes organizan exposiciones de asesinos como Jon Bienzobas, que, él sí, algún tipo de «situación objetiva y gravemente intimidatoria, hostil y humillante» debió de causar a Tomás y Valiente. Quiero decir que el escalofrío que provocan estos procesos inquisitoriales sólo puede compararse con el asombro de contemplar a esos mismos indignados colaborando con los hijos de la chingada que regaban con sangre los despachos de la Universidad Autónoma. Plomo para un presunto acosador al que ni siquiera demandan ante la justicia ordinaria y plata para el orfeón de matarifes. Fenomenal.