Opinión
Impunidad
Bien dice la Biblia que cuando no se castiga al criminal rápida y contundentemente, se le estimula a continuar en sus malos caminos. En buena medida – aunque no exclusivamente – el clima abiertamente revolucionario que sufre ahora Cataluña deriva de la impunidad. Cuando los jueces pusieron el dedo en una llaga purulenta llamada Banca Catalana y amenazaron con acabar con la carrera entonces ascendente de Jordi Pujol, se consideró más positivo garantizar su impunidad. Seguramente, se dio ese paso con las mejores intenciones, pero el resultado fue que uno de los políticos más corruptos de la poco honrada Historia de España se supo impune. Vino después su programa 2000 para acabar con la unidad de España y lavar el cerebro masivamente a los catalanes, pero, de nuevo, se encontró con la impunidad. Esa impunidad se repitió cuando, vez tras vez, el gobierno catalán incumplía las resoluciones del Tribunal Supremo sobre la enseñanza del español en las aulas. Continuó cuando la Agencia tributaria en Cataluña hizo de su capa una barretina. Se acentuó cuando en los escasísimos casos en que la justicia se atrevió a enjuiciar a un nacionalista catalán e incluso condenarlo por corrupción los gobiernos de izquierda y de derecha se apresuraban a indultarlo de tapadillo. Se consolidó mediante el sobreo de tantos periodistas y opinantes que seguían hablando del nacionalismo moderado y cantando las alabanzas de Pujol, Maragall o Montilla a la vez que se perseguía de manera despiadada a los que nos atrevíamos a alzar la voz. Hay que reconocer que no había mucha gente dispuesta a perder un premio literario, a encontrarse sin editorial para publicar sus libros o a renunciar a conferencias y saraos por eso del amor a la patria. La sensación de impunidad todavía se reforzó más cuando, sabedores todos de que en Cataluña se daba paso tras paso para perpetrar un golpe de estado, el ministro Montoro seguía trasfundiendo a un gobierno golpista el dinero que había sacado de los bolsillos de todos los españoles. Por supuesto, la convicción de ser impunes ha terminado de consolidarse cuando incluso el Tribunal Supremo ha decidido realizar una rocambolesca interpretación del Código Penal en virtud de la cual un golpe de estado para desmembrar España se ha visto calificado como una algarada callejera. Más vale que alguien acabe ya con esa impunidad antes de que España se sumerja en su enésima guerra civil.
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