Opinión

Obsesión de la izquierda contra el ahorro

Una de las propuestas fiscales más extendidas entre los partidos de izquierdas es la de equiparar la tributación de las rentas del trabajo con la de las rentas del capital. Tanto Unidas Podemos como Más País promueven semejante reforma y el PSOE no se ha opuesto categóricamente a la misma. Las rentas salariales tributan dentro del IRPF a una escala de tipos marginales que oscila entre el 19% y el 45%, mientras que las rentas del capital lo hacen entre el 21% y el 23%. Bajo la reforma impositiva aprobada por Pedro Solbes en 2006, estas últimas incluso llegaron a tributar a un tipo único del 15%. ¿Por qué esta discriminación entre ambos ingresos? Atendiendo sólo a los porcentajes, parecería que la izquierda tiene razón al reclamar el fin de esta dualidad impositiva: más allá de querer darle un trato fiscal más favorable al capital para así promover el ahorro y la inversión dentro de la economía, no parecería haber buenas razones para tal diferenciación. Sin embargo, una vez reflexionamos sobre el circuito completo que siguen las rentas del capital, tal dualidad fiscal se antoja mucho más razonable. Y es que la mayor parte de las rentas del capital son rentas empresariales por las que las compañías ya han abonado el Impuesto sobre Sociedades (cuyo tipo nominal se ubica en España en el 25%). Por consiguiente, las rentas del capital ya han sido gravadas en una primera instancia por este tributo: volverlas a penalizar en el momento en el que son distribuidas a los inversores no deja de ser una forma injustificable de doble tributación. Imaginemos una empresa que obtiene un beneficio bruto de 100 sobre el que ha de abonar Sociedades: en tal caso, su ganancia neta quedará reducida a 75; si ulteriormente esa ganancia neta es transferida a sus accionistas en forma de dividendo, éstos deberán abonar en el IRPF un tipo de entre el 21% y el 23%, de manera que el importe realmente recibido oscilará entre 57,75 y 59,25. O dicho de otro modo, el tipo medio que efectivamente habrá recaído sobre las rentas del capital superará el 40%. Así pues, cuando la izquierda reivindica que las rentas del capital puedan ser gravadas dentro del IRPF a unos tipos marginales de más del 45% sin al mismo tiempo eximirlas de tributar por Sociedades, lo que en el fondo está reclamando son tipos impositivos medios para los ingresos derivados del ahorro que perfectamente podrían superar el 60%. Un auténtico expolio que no sólo colocaría al capital en una posición fiscal mucho más desventajosa que los salarios, sino que minaría la inversión en nuestro país y, por consiguiente, nos haría desfilar por el sendero del empobrecimiento colectivo. Los argumentos que emplea la izquierda para justificar su rejonazo contra el ahorro son malos, pero los efectos económicos que este sablazo tendría son muchísimo peores.