Opinión
El 80% de los tóner y cartuchos de tinta acaba en vertedero
En 2018 entró en vigor el Real Decreto RD 110/2015 que establece la obligatoriedad de reciclar entre el 75% y el 85% de estos consumibles una vez en desuso. Sin embargo, a un año de la puesta en marcha de la normativa, solo dos de cada diez tóner encuentran una segunda vida.
Desde el mes de agosto del año pasado los tóner y cartuchos de tinta usados se han convertido en parte de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, también conocidos como RAEE. El 18 de agosto de 2018 entraba en vigor de un Real Decreto, el RD 110/2015 que establece la necesidad de que se recuperen entre el 75 y el 85% de las materias primas que contienen estos dispositivos. Cada tóner está compuesto en una mitad por plástico, en un 40% de metales (hierro y aluminio principalmente), y un 10% de polvo. “Un kilo de cartucho de tóner puede ser reutilizado en su totalidad: 442,4 gramos de plástico, 387,3 de hierro, 129,3 de polvo de tóner y 41 de aluminio”, explican desde Recyclia, la entidad que agrupa a las Fundaciones Ecopilas, Ecofimática, Ecoasimelec y Ecolum, y que centra su actividad en la recogida selectiva y el reciclaje de RAEE y pilas desechadas. La entidad recuerda que el 100% de los componentes que contiene un tóner se puede reaprovechar para fabricar nuevas unidades. Según datos de la Comisión Europea, el mercado de cartuchos de tinta y tóner mueve en el continente entre 9.500 y 10.000 millones de euros anuales. Eso supone, “que cada año se venden unos 370 millones de cartuchos de inyección de tinta y 135 millones de cartuchos de tóner”, destacan desde la Comisión.
Sin embargo, y a día de hoy “solo se recicla aproximadamente un 20% del total. Se conoce el problema desde hace 20 años, pero hasta ahora no se ha hecho nada porque es un residuo negativo. Es decir, que se pierde dinero por gestionarlo bien”, dice una fuente del sector que prefiere no identificarse. Por su lado, Rubén Barberá, director de I2ma, una de las escasas plantas de tratamiento en funcionamiento en España, afirma que “cada mes se están tirando 800 toneladas de cartuchos. Nosotros somos planta de tratamiento y hasta ahora nos han llegado solo cuatro toneladas de tóner. A las empresas de gestión de basuras les vale más la pena pagar por tirarlo. El coste por llevarlo a vertedero puede ascender a los 60-70 euros en el mejor de los casos por tonelada, mientras que el tratamiento en una planta oscila entre 600 y 800 euros”. Hay que recordar que el coste municipal por llevar basura al vertedero se sitúa en España alrededor de los 20 euros por tonelada. Sin embargo, la misma tonelada en Cataluña le supone a cada municipio unos 90 euros. Es lo que se conoce como la tasa de la basura y explica por qué las ciudades catalanas tienen los porcentajes más altos en reciclaje de toda la Península. De media en Cataluña se recicla el 40% de la basura, mientras que en el resto de la Península lo que se composta o recicla ronda el 33,9% del total. Frente a estos dos números, la media europea se sitúa en el 47%, según los últimos datos de Eurostat. Dicho de otro modo, más de la mitad de la basura en España termina en vertedero. Por si fuera poco, la UE ha establecido unos ambiciosos objetivos de reutilización y reciclado de residuos domésticos del
55% para 2025; del 60% en 2030 y del 65% para 2035. Para ese año, sólo el 10% de la basura que se genere en una ciudad podrá terminar en los vertederos. Por eso es tan importante en Europa desarrollar sistemas de Economía Circular y aprovechar residuos como los cartuchos de tinta. No porque este residuo sea peligroso; es más bien inerte una vez en vertedero, pero su recuperación reduciría la fabricación de nueva materia prima plástica, metálica y de tinta. ¿Dónde está el problema?
Actualmente la recogida de estos dispositivos se hace mediante puntos verdes, brokers o Sistemas Integrados de Gestión de Residuos (SIG). “Los brokers recogen cartuchos en muchas oficinas y empresas, pero solo los que tienen valor comercial, que se estima son un 30% del total. Este 30% pasa una inspección visual y el material inservible, porque tiene algún defecto o ya ha agotado sus ciclos de reciclaje, también termina en vertedero. (La fracción reutilizable se rellena y se vuelve a poner en el mercado). Por otro lado, están los puntos limpios. En los 2.000 puntos de la Península, se calcula que hay 850 kilos de tóner. Actualmente, y en su mayoría, están gestionados por empresas de basuras. Estos SIG terminan enviando gran parte de los cartuchos recogidos al vertedero, a través de Centros de Transferencia sin pasar por planta de tratamiento”, dice Barberá.
El principal problema, coinciden los encuestados, es que los vertederos “reciben estos residuos que no deben entrar ya en los basureros. Todo cambiará definitiva
El principal problema, coinciden los encuestados, es que los vertederos “reciben estos residuos que no deben entrar ya en los basureros. Todo cambiará definitivamente cuando estos dejen de aceptar estos restos. Los Sistemas de Gestión Integrada ya han empezado a mandar a plantas de tratamiento lo que han almacenado, pero se ha reciclado poco todavía”, confirma a este diario una fuente. “Hace un año que empezamos respondiendo a la normativa y a partir de agosto de 2018 comenzamos con el despliegue de puntos de recogida. Hasta ahora se han instalado unos 16.000 contenedores entre oficinas, empresas y canales de distribución, pero la idea es alcanzar los 42.000 para el año 2020. La aceptación y uso de estos contenedores está siendo muy alta”, dice José Pérez, consejero delegado de Recyclia. La entidad puso en marcha en 2018 el primer sistema colectivo para recoger y gestionar los cartuchos de tóner y tinta, llamado Tragatóner/Tragatinta. Otro de los problemas que quedan por resolver, además de que lleguen a alguna de las plantas de tratamiento los cartuchos, es conocer exactamente qué porcentaje representa lo reciclado hasta ahora del total de consumibles puestos en venta. “Hablar de cuánto es en relación a lo que se pone en el mercado no es posible. Podrá serlo a final de año, cuando los fabricantes hagan sus declaraciones, pero como el tratamiento está empezando seguramente no será muy elevado. Por ahora, se han recogido unos 200.000 kilos de estos consumibles y una parte ya están en tratamiento, pero no hay datos sobre qué cantidad total de ellos supone. En puntos limpios también estamos recogiendo y hasta hace poco lo hemos tenido almacenado. Desde verano se está tratando”, continúa Pérez.
Además lo que ocurre en España es ampliable al resto de países de la UE. Según el “estudio sobre la implementación de requisitos de diseño del producto establecidos en el artículo 4 de la Directiva RAEE - El caso de reutilización de cartuchos de impresora " publicado en 2018 por la Comisión Europea: “entre el 40-70% de los cartuchos terminan en incineradores y o en rellenos sanitarios cada año en Europa”. Barberá tiene claro de quién es la responsabilidad de la situación: “Es una mala gestión de la administración y los productores (fabricantes y importadores), quienes son los responsables de hacerse cargo de la financiación de la recogida separada y del reciclaje. Para ello tienen que declarar las cantidades de cartuchos introducidos en el mercado en el registro de productores de RAEE. Se pueden hacer cargo directamente o a través de un SIG. La mayoría de los que han declarado (que faltan muchos) han optado por un SIG. En el registro de productores de RAEE, hay declaradas 500 toneladas
trimestrales de cartuchos, pero faltan productores. Nosotros estimamos que pueden llegar a generarse 8.000 toneladas anuales de residuo de cartuchos de tóner”, dice.
“Desde el 15 de agosto de 2018, los consumibles de impresión con partes eléctricas, es decir la mayoría de los que se comercializan, se consideran aparatos electrónicos y, por tanto, se les aplican las mismas obligaciones que al resto del hardware. Los productores de consumibles son desde entonces responsables de financiar y organizar la recogida de estos residuos, así como de cumplir el objetivo fijado para el resto de aparatos electrónicos”, recuerdan desde Recylia. Un objetivo que, de momento, parece que no se está alcanzando.
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