Opinión

El cambio climático: una batalla de todos y de todas...¡o casi!

Comenzaré

de una forma que espero no parezca en exceso provocadora pero que, en

este caso, considero necesaria. Si aún queda entre nuestros lectores

o seguidores algún negacionista acérrimo de que el cambio climático

es una realidad y de que, o reducimos drásticamente las emisiones de

carbono o nuestros nietos y futuras generaciones se verán condenadas

a una vida incierta e inhóspita, les sugiero respetuosamente que se

lo hagan mirar.

Nadie

queda ya al margen; nadie, salvo la ‘caverna’,

puede mirar a otro lado

Si

algo ha demostrado esta COP25 que están tendiendo lugar en los

últimos

días

en Madrid es que esta lucha compete a todos y a todas y es ya

completamente transversal y se encuentra al margen de la lucha

ideológica. El cuento de que el ecologismo es de izquierdas y el

negacionismo o la burla de quienes hacen gala del cuidado del planeta

y el medioambiente se encuadra solo en la derecha, ha pasado a la

historia. Es cierto que quedan un grupo 'irreductible' y se encuentra

en la extrema derecha sí, en Vox y en la 'caverna', nunca mejor

dicho, pero si se leen con detenimiento los programas de las

distintas formaciones políticas en España, todas ellas, desde

Podemos, hasta el PP, pasando por el PSOE o Ciudadanos, están

implicados en la batalla. No abundaré en el debate acerca de por qué

nunca ha habido en nuestro país un partido más fuerte radicalmente

ecologista; excedería con mucho la extensión de esta intervención

semanal y sería compleja. baste con recordar que efectivamente,

hasta hace pocos años, el ecologismo se identificaba solo con la

izquierda, o con la izquierda extrema, y por tanto estaba subsumido

en las 'marcas' que apostaban por ese lado del arco, básicamente

Podemos en el panorama actual. Equo, que es quizá quien más puede

representar estos valores ha compartido candidaturas ya con los

morados en reiteradas ocasiones. 

Quiero

centrarme en la auténtica

revolución,

y no caeré en

tópicos,

que supone el hecho de unir el progreso de la humanidad y el anhelo

de un reparto más justo de la riqueza con el cuidado del

medioambiente y la exigencia de que todos los gobiernos del mundo

reduzcan drásticamente sus emisiones de CO2 a la atmósfera, hasta

un 1,5 por ciento como se sabe en 2050, para detener un deterioro que

ya es real y que sufrimos día

a día;

brutales descompensaciones climáticas en áreas que hasta ahora no

las habían

registrado jamás,

descontroladas inundaciones y prolongados períodos

de sequía

en otras zonas que condenan a cientos de millones de personas al

hambre, a la miseria y al subdesarrollo.

Si

todos están de acuerdo, ¿por qué grandes potencias como los EEUU

se niegan a asumir esta cruda realidad y a actuar en consecuencia? Si

las mayores corporaciones multinacionales dedican ya miles de

millones de sus abultados estados financieros a la protección del

medioambiente y a la lucha contra la contaminación,

¿por

qué quienes tienen el poder de decisión se empeñan en dar la

espalda a un clamor ciudadano que ya es global? ¿Qué

suicida terquedad les impulsa? ¿Qué

oscuros intereses protegen o esconden? Confieso que no lo sé con

certeza, aunque lo imagino, al igual que ustedes. 

Greta:

tan rotunda… aunque tan contradictoria

La

voz, alta y clara de Greta Thunberg, la infatigable adolescente sueca

erigida en icono mundial de esta lucha no puede ser pasada por alto,

aunque lo que diga puedan parecer obviedades: 'La gente está

sufriendo y muriendo por las inclemencias del clima'. 'Hay un riesgo

de decepción en todo el proceso de la ONU por la incapacidad de

reconocer que existe una emergencia'. Una emergencia que, como ya

casi todo el mundo conoce, no es una mera hipótesis de futuro... es

ya una aterradora realidad.

No

me importan aquí tanto las críticas al 'fenómeno Greta' como el

contenido de sus mensajes. Se insiste en ciertos transtornos

psicológicos que la joven padecería,

tanto de carácter

alimenticio, como el mutismo selectivo o su condición

de Asperger. Tampoco quiero valorar hasta que punto se ha creado en

torno a ella un enorme fenómeno

de 'marketing' que estaría engordando los bolsillos de algunos,

empezando presuntamente por los de sus padres. Me niego porque creo

que se trata de una polémica colateral que ensombrece el mensaje

nuclear que es el que he tratado de resumir en los párrafos

anteriores. Tampoco haré sangre, aunque podría, con la metedura de

pata de Javier Bardem en su intervención de hace algunos días

insultando al alcalde de Madrid; algo por lo que tuvo que pedir

disculpas al día siguiente en l red social Twitter.

Desde

luego, flaco favor le hizo el gran actor español al movimiento

ecologista con su desafortunada intervención. Tal parece que no

buscó más

que una nueva bandera a la que agarrarse para hacer, también con

esto, marca de sí mismo... y de sus conocidas y muy respetables

posiciones ideológicas. Ya he dicho que el ecologismo ya ha dejado

de ser patrimonio exclusivo de la izquierda, afortunadamente para el

planeta y para las generaciones futuras, y se ha convertido en una

batalla de todos. 

Italia,

a la vanguardia

Los

gobiernos deben 'ponerse las pilas'. En este punto, yo que he sido

muy crítico en ocasiones con mi país natal debo 'sacar pecho'

porque Italia, más en concreto su ministro de Educación

Lorenzo Fioramonti, ha

anunciado que será

el primer país del mundo que impondrá el

cambio climático

como asignatura obligatoria. Nada menos que desde los 6 hasta los 19

años, durante 33 horas al año.

¡Bien

por el nuevo gobierno de mi país! Espero y deseo que muchos otros

tomen nota desde este mismo momento. Fioramonti ha explicado que el

programa de la materia se basará en los 17 objetivos de desarrollo

sostenible de las Naciones Unidas, incluyendo cómo vivir de forma

más sostenible y cómo combatir la pobreza y la injusticia social.

  

Lamentablemente,

la tendencia general no parece ser esta conciencia limpia. En

palabras de la ministra chilena de Medio Ambiente, Carolina Schmidt,

las proyecciones de los países apuntan a que las emisiones seguirán

creciendo hasta alcanzar un techo en 2030 porque el acuerdo de París

está muy lejos de cumplirse. El cambio, explica la ministra que ha

actuado como presidenta de una cumbre que debería haberse celebrado

en Chile -aunque las protestas sociales lo han impedido- se empezará

a producir cuando cierren todas las centrales de carbón y sean

sustituidas por energías renovables y no convencionales limpias.

Cuando se transforme el sistema energético, las emisiones caerán en

picado. Desgraciadamente, parece que aún queda mucho para ver ese

momento.