Opinión

Reconstrucción nacional

Recordar que con el 2 de mayo, fiesta regional de la Comunidad de Madrid, se conmemora el levantamiento de 1808, en el que el pueblo madrileño se levantó en armas para rebelarse contra la ocupación francesa de España y para expulsar a este ejército, resulta un ejercicio más obligado este año. En esta ocasión el enemigo es más invisible pero también traidor, penetrando taínamente ha acabado con la vida de muchos compatriotas y nos ha sumido en la mayor crisis económica desde la guerra civil. Esta vez también tenemos héroes del pueblo que han estado combatiendo día a día y lo siguen haciendo contra el enemigo, personal sanitario en primera línea, cuerpos y fuerza de seguridad del estado y locales, personal de emergencias fuerzas armadas, especialmente la UME, bomberos, trabajadores que han mantenido los servicios públicos esenciales, repartidores, etc., un sinfín de gentes innumerable. Tanto ellos, como el pueblo español en su conjunto se merecen que desde el gobierno central se crean de verdad la necesidad de propiciar un gran pacto de reconstrucción, pero mal empezamos cuando no se califica de nacional; no pueden actuar como Fernando VII que pasó de ser el deseado por el pueblo a abolir todas las conquistas liberales del mismo pueblo que tanto luchó para expulsar al enemigo. Ahora el enemigo del pueblo es la ideología extrema de miembros de este gobierno que pueden estar tentados de abusar de la tragedia y de la alarma para tratar de imponer modelos ideológicos en lo social, en lo económico, y también en lo político, y así, ya se está advirtiendo en algunas de las normas que se están adoptando al amparo del estado de alarma, instrumento jurídico que debe dejar de ser utilizado cuanto antes, siendo sustituido por la legislación ordinaria en materia de sanidad junto a una mayor implicación de las comunidades autónomas en el proceso que se ha denominado de desescalada. Aprovechar la tragedia de la pandemia para realizar imposiciones ideológicas es propio del comunismo que no admite lo adverso ni al adversario político, se trata de imponer y no de dialogar, y así es imposible llegar a pacto alguno. La felonía en esta ocasión sería la imposición ideológica, algo hostil al pueblo que como hace más de doscientos años luchó contra el enemigo y lo expulsó.