Opinión

Mentiras, insultos y provocaciones

España tiene el peor Gobierno posible en el peor momento imaginable. Una de las razones es que la izquierda radical española se sienta en el Consejo de Ministros, algo que no le quita el sueño al presidente, Pedro Sánchez, pero que se está empezando a convertir en una pesadilla para el conjunto de los españoles. Han contribuido a ideologizar de manera extrema y sectaria la gestión de una crisis sanitaria y económica, llevando a España a una profunda inestabilidad de índole constitucional, al cuestionarse, nada menos que desde el seno del poder ejecutivo, a los jueces, el papel del jefe del Estado, conceptos como la libertad de mercado, por no hablar de la libertad misma, y el espíritu de la transición. El ala radical del Gobierno de Sánchez no es un sector ni una corriente interna, es el Gobierno de España. Ya empezamos a percibir cuánto le complace al presidente Sánchez contar con un vicepresidente y varios ministros partidarios de movimientos revolucionarios al estilo bolivariano que nunca han condenado, por ejemplo, los crímenes de Stalin, porque para ellos el crimen tiene justificación si el criminal y el fin perseguido participan de su ideología. Con ser graves los destrozos que se pueden llegar a cometer desde el Consejo de Ministros y desde las sedes de distintos ministerios en el ámbito económico, en el ámbito político e incluso en el ámbito constitucional, donde parece que se están empleando más a fondo es en el terreno de la convivencia, alentando y creando un clima de confrontación social que en España creíamos haber dejado atrás hace 40 años. Pablo Iglesias se ha erigido en estos días en la cara visible de esa confrontación. Sus provocaciones, con un estilo bronco y chulesco, en el que no ha escatimado en mezclar las mentiras, las exageraciones y los peores momentos de nuestro pasado, tienen como único objetivo provocar a sus adversarios para producir un gran desgaste institucional que dañe a nuestra democracia. Formar parte de un gobierno no da ningún derecho ni a insultar, ni a mentir, ni a atacar al honor de partidos políticos que han rendido grandes servicios a los españoles, ni a hacer el «gamberro» en las instituciones, poniendo en riesgo la convivencia entre españoles y la estabilidad de la nación. Esto es nauseabundo e insoportable.