Política

Provocación

No debemos perder de vista que la política es el arte de lo posible, con lo cual no claudiquemos ante la esperanza de que lo que hoy nos parece una pesadilla mañana lo veamos como un paisaje idílico

En mi mesa de trabajo tengo siempre uno o dos calendarios en los cuales voy apuntando, no sé, una cita en el dentista, los días que voy a la tele, una entrevista o una comida o cena. Quiero decir con esto que siempre hay apuntes por una u otra razón. Durante la segunda quincena de marzo, el mes de abril y hasta el 14 de mayo no hay ni una sola nota, porque han sido días sin señalamientos de ningún tipo, días iguales, días de la marmota, días perdidos y no recuperables. Eso duele. Hubo un tiempo en que los días gastados eran también una losa, una espada de Damocles que pesaba siempre sobre mi cabeza y me angustiaba, pero no viene a cuento explicar ahora por qué. Eran días restados a la vida, como todos, pero entonces se notaba más todavía. Ahora, en circunstancias normales, los días suman, pero no los del confinamiento. Esas han sido jornadas perdidas dentro de una sensación de desconcierto y hasta de cabreo por las mentiras, la falta de previsión y de precaución y, en fin, de impotencia por no poder hacer nada contra los culpables de toda esta miseria.

En Barcelona más de veinte mil trabajadores se quedan en la calle porque Nissan se va con la música a otra parte. Los japoneses no quieren saber nada de ideas independentistas, de marxismo-leninismo, ni de inoperancia gubernamental y se van donde soplen vientos mejores, mientras uno que dice ser presidente del gobierno de España aseguraba en el mes de enero que esto no sucedería nunca y que todo estaba atado y bien atado. ¿Provocación? ¿Ignorancia?

En el Congreso de los Diputados uno que dice ser vicepresidente segundo, quien ignora que el sarcasmo es la forma más baja de ingenio, así como que el ingenio es el enemigo número 1 de la inteligencia, se mofa de la herencia aristocrática de la portavoz de la oposición y ella, que en dialéctica nadie le pone el pie encima, le contesta que por fortuna su ascendencia no le ha transmitido ideas de ultraizquierda con tintes de terrorismo, que sólo inspiran violencia, miseria, pobreza para todos y, en definitiva, caos. Picos de oro de ese nivel hacían falta para tapar la boca del provocador de la chepa, ese chulángano ahora crecido gracias al judas que se vende al mejor postor. También increpó con su dialéctica chavista a un diputado de Vox ante la impasividad de un tal Pachi López, el que presided la comisión de recuperación del país cuyo único oficio es militar en el partido socialista. ¡Dios! ¡Dios!, ¡en qué manos está el pandero! De todas formas no debemos perder de vista que el mundo es un lugar hermoso y radiante donde lo que hoy es nubarrón negro y tupido mañana puede ser cielo azul y soleado. Lamentamos el error de aquéllos que votaron en el sentido que hizo posible esta situación que padecemos. Es cierto que ninguna gota cree que causó la inundación y que no es el conocimiento el que provoca el caos, sino la ignorancia. Tampoco debemos perder de vista que la política es el arte de lo posible, con lo cual no claudiquemos ante la esperanza de que, lo que hoy nos parece una pesadilla mañana lo veamos como un paisaje idílico. Un señorín alemán llamado Heisenberg, uno de los padres de la física cuántica –arcano en el que no me sumergiré por mi dislexia y mi TDAH-, propuso el llamado principio de incertidumbre que nos hizo cambiar la forma de ver el Universo, y aunque no tengamos suficiente formación en la materia, diría que podríamos aplicarnos la conclusión de este concepto en filosofía, es decir, la expresión que manifiesta el grado de desconocimiento acerca de una condición futura. Desconocimiento sí, pero no desesperanza. Hasta ahí es hasta donde debemos llegar.