Opinión

El fin de la excepcionalidad

Decía Albert Einstein que si todo te da igual es que estás haciendo mal las cuentas, y esto es lo que parece estar ocurriendo en nuestro país. Para la consecución de la aprobación de la prórroga del estado de alarma el gobierno ha tenido que hacer un esfuerzo pactando con diferentes fuerzas políticas aspectos que poco o nada tienen que ver con la declaración del estado, sino tan solo para ganar su apoyo o abstención, convirtiendo la declaración del estado de alarma en un mercadeo en sí mismo. Recordemos que la única razón que justifica la declaración de cualquier estado excepcional es, como establece su ley reguladora, que se den circunstancias extraordinarias que hiciesen imposible el mantenimiento de la normalidad mediante los poderes ordinarios de las autoridades competentes, y como sigue diciendo la propia norma, las medidas a adoptar, así como la duración de los mismos, serán en cualquier caso las estrictamente indispensables para asegurar el restablecimiento de la normalidad, y su aplicación se realizará de forma proporcionada a las circunstancias. El concepto que encuadra el marco jurídico es el de la normalidad, y siempre que su mantenimiento no se pueda conseguir mediante el ejercicio de los poderes ordinarios. En boca de Morticia, uno de los personajes de la familia Addams «la normalidad es una ilusión, lo que es normal para la araña es un caos para la mosca». Normalidad como concepto es la situación de lo que se ajusta a cierta norma o a características habituales o corrientes, sin exceder ni adolecer, y así, por ejemplo cuando regresamos de nuestras vacaciones decimos que volvemos a la normalidad. Pero el elemento que justifica la aplicación del estado excepcional no es la alteración de la normalidad en sí misma, sino que el mantenimiento de la normalidad sea imposible mediante el ejercicio de los poderes ordinarios de las autoridades competentes. Parece, aunque sea discutible, que la única limitación de derechos que se está ejerciendo que pudiera exceder de los poderes ordinarios, es la limitación de la libertad ambulatoria, aunque podría someterse a condiciones de ejercicio sin necesidad de acudir a la figura excepcional. El resto de las previsiones del estado de alarma deberían ya haber desaparecido y volver a la verdadera normalidad, la constitucional. No cabe mas abuso del estado de alarma.