Opinión
La batalla de Madrid
Por San Juan, cuando salgamos del estado de alarma y maduren los trigos, cualquier cosa puede pasar en Madrid, una ciudad, parodiando a Dámaso Alonso, de más de 20.000 cadáveres, según las últimas estadísticas, un tercio de los cuales sacados en silencio de las residencias de ancianos por culpa del coronavirus, las desidias, los errores y las imprevisiones. ¡Pobres viejos! El vicepresidente Pablo Iglesias, que tenía y tiene aún en su mano el mando único sobre las residencias de los mayores, quiere quitarse ahora los muertos de encima y cargárselos al gobierno de la comunidad, coreado por los medios del régimen, empeñados en cortar las alas a la presidenta, Isabel Díaz Ayuso. Y el gobierno de Madrid, por ésta y otras razones, anda revuelto y a la greña. Como ha adelantado este periódico, llegados a este punto de efervescencia aumentan en las filas populares los partidarios de convocar ya elecciones y salir de la zozobra permanente y la inestabilidad. Lo mismo que a escala nacional, en la comunidad madrileña, encargada de tirar del carro de la recuperación económica de España, es vivamente recomendable para hacer frente a la crisis que viene un gobierno fuerte y consolidado, bien acogido en Europa y que dé confianza a los inversores.
El giro estratégico de la "bisagrista” Inés Arrimadas en busca de la equidistancia de Ciudadanos entre el PP y el PSOE arrimándose descaradamente al hasta ahora denostado por ella Pedro Sánchez, está poniendo a prueba los pactos de Cs con el partido de Pablo Casado, que parecían firmes, y la fiabilidad de la sucesora de Rivera. Los liberales buscan desesperadamente visibilidad y, en efecto, se han vuelto visibles con esta atrevida maniobra de estar repicando y en la procesión. El riesgo que corren es que estallen las contradicciones internas, como ha empezado a suceder, y se queden en tierra de nadie después de una irrupción jaleada desde la izquierda. El vértigo a cambiar de socio en Madrid apoyando una moción de censura de la izquierda, encabezada por el PSOE de Gabilondo, impide por ahora ese salto mortal, pero no es descartable. Las ambiciones, los odios y los rencores están desatados. Díaz Ayuso, cada vez más consolidada, en contra de lo que pregonan sus encarnizados adversarios a sueldo, es consciente de que así no se puede seguir y sabe que, si no mienten los sondeos, tiene en sus manos una victoria holgada. No es asunto baladí. De la batalla de Madrid depende en gran manera el rumbo político de España.
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