Opinión
Juegos malabares
A pesar del talante del Presidente del Gobierno, poco creíble en su intención de búsqueda de acuerdos con el Partido Popular, no cabe duda de que España requiere y necesita de amplios acuerdos políticos en muchas materias, y una de ellas es la Justicia. El problema es que tenemos un presidente muy poco diplomático, el cual no es capaz de contener su personal enojo cuando se ve obligado a alcanzar un acuerdo con el centro derecha, mientras que desborda empatía con partidos independentistas, incluso con los herederos de ETA, y ello, aunque le abandonen en momentos claves para la defensa de los intereses generales. Nuestro principal responsable político disimula muy mal la poca empatía que le genera el centro derecha, y solo acude al mismo, cuando los acuerdos son estrictamente necesarios, despreciándolo para todo lo demás. Pero el principio de realidad se impone y la necesidad de alcanzar consensos políticos en beneficio de la sociedad española también. Ahora bien, no se puede soplar y sorber a la vez, no se puede pactar la reconstrucción de la economía española por un lado y negociar la soberanía popular por otro, generando esperanzas a las ansias de autodeterminación de fuerzas políticas cuyo único fin es eso, comprometer la unidad de la nación española. Este indeclinable e inevitable principio de realidad se impone, y obliga a tomar una u otra dirección, puesto que los caminos no corren paralelos y sus destinos son irreconciliables e incompatibles. Malabarismo es el arte de manipular y ejecutar espectáculos con uno o más objetos a la vez volteándolos, manteniéndolos en equilibrio o arrojándolos al aire alternativamente, tratando de que no se caigan al suelo. Hay uno en concreto, el de los platillos. que consiste en mantener dando vueltas platos sobre unas varas de forma permanente para que no se caigan; precisa de cierta habilidad por parte de quien lo realiza, y cuando el malabarista no posee esta destreza se cae alguno de los platos, a veces uno sobre otro, provocando la hecatombe del juego. A veces, pareciera que desde la Moncloa se ejerce una suerte de juego malabar en el que el resto de las fuerzas políticas son considerados platillos a los que de vez en cuando se reactiva su movimiento para que no se caigan, y esto tendrá un final.
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