Opinión

1 de julio, «mascletá»

La de hoy miércoles pasa por ser una de las fechas claves, desde que el pasado 10 de marzo nuestras autoridades políticas cayeran en la cuenta de que una pandemia que ya se había llevado por delante no pocas vidas chinas e italianas también se había presentado en nuestro país con toda su inmisericorde crudeza, a pesar de que por aquí todavía muchos…y muchas andaban entre besos, pancartas, borradores de leyes de igualdad sexual y «coronavirus oé oé». Este primer día de julio damos un nada menor paso dentro de la llamada «nueva normalidad» que no es otro más que la apertura de fronteras con parte de países que no pertenecen al club de Schengen y junto a ellos el caso de Portugal, el más rezagado entre los socios europeos a la hora de reiniciar la libre circulación. Es importante este «1-J» por no pocas razones que no llegan exentas de tintes de inquietud. A España golpeada durante esos últimos días por unos rebrotes que han obligado a tomar puntuales y drásticas medidas en algunos territorios llegan a partir de esta fecha ciudadanos procedentes de países en los que el covid-19 está haciendo estragos entre una población que no dispone ni por asomo de sistemas públicos sanitarios como el español o el de otros estados de la UE.

Ocurre también que en nuestro caso –aunque esto aún no sea totalmente aplicable al día de hoy– somos el primer y principal puente de paso entre Latinoamérica y Europa, o para ser más exactos, el madrileño aeropuerto de Barajas se convierte desde hoy en el más importante nexo de paso y unión entre América latina y el resto de España o por extensión del resto de nuestro continente. Siendo honestos no podemos dejar de señalar que los preocupantes rebrotes en todo el país obedecen a causas muy concretas relacionadas con algunas movilidades laborales y con la permisividad ante unas concentraciones humanas que son de todo menos responsables e incluso añadiría que casi delictivas dado el riesgo todavía por cuantificar que suponen frente al resto de la población. Pero la variante que hoy se añade viene a acumular nuevos y no pocos elementos para la inquietud teniendo en cuenta que el principal medio para la prevención y detección del coronavirus llegado desde el exterior, cual es el de las medidas de control en Barajas, no parece mostrarnos precisamente un dechado de alternativas.

El gobierno madrileño de Ayuso lleva varios días clamando en el desierto de su particular ausencia de entendimiento con el gobierno central, los trabajadores del aeropuerto piden más seguridad y alguien debería caer en la cuenta de lo que acarrearía no ir más allá de unos cuestionarios o unas meras tomas de temperatura a quien por cierto puede haber ingerido un paracetamol media hora antes del aterrizaje. Como dice la del anuncio, ahí lo dejo, escaldado de los múltiples y pequeños «8-M» pre y post rebrotes. No basta con cruzar los dedos.