Opinión
El déficit del sector público, un grave y general problema
Ha acertado «El Economista» al señalar, el 18 de julio de 2020, en la pág. 15, que «la deuda pública supera el 100% del PIB». Esta es la mayor cuantía desde 1908, y al basarse en informaciones del Banco de España ambas series macroeconómicas, garantizan inmediatamente la magnitud del problema. Por supuesto, nada de eso se decía, con el talante de pánico que tiene la alarma actual, hasta que esa realidad del fuerte déficit del sector público se manifestó en un mensaje enviado por Álvarez Mendizábal en un famoso documento basado en los problemas generados por los agobios sucedidos a causa de la I Guerra Carlista. Fue el momento en que Mendizábal dirigía la citada Memoria del 17 de agosto de 1837, a la Regente María Cristina de Borbón, generando, desde luego, el preludio de su búsqueda para alcanzar la cartera de Hacienda, donde enlazaría con ese personaje clave para explicar el nacimiento del Sistema Fiscal español contemporáneo, llamado Alejandro Mon. En 1837 sostuvo Mendizábal que los déficits presupuestarios siempre «provocan sacrificios que, forzosamente, recaen sobre el noble pueblo español». Ese mensaje se efectuaba en un momento de altísima confusión política, debido al citado alzamiento carlista. Conviene señalar que ese súbito problema surgido entonces mostraba las consecuencias económicas de todo conflicto bélico, y muy similares a lo que genera la actual pandemia.
Actualmente, en España parecía que todo se había transformado positivamente desde 1953, pero hoy en día, al observar los planteamientos de política económica que se desplegaron, primero en los tiempos de Ullastres, y después, en los de Fuentes Quintana, de Leopoldo Calvo Sotelo, de Solchaga, y más adelante, con los modelos de Aznar-Montoro, desarrollados por Rajoy, se alejan del panorama macroeconómico que nos ha mostrado perfectamente el Banco de España, lo cual no deja de obligar a tener muy en cuenta ese ambiente general que se deriva de la política económica transcurrida desde 1950 a 2018, y que ha exigido a los gobernantes planteamientos que, si no se combinan adecuadamente con la conducta del sector público, pueden agravar todavía más la crisis.
Ante el actual panorama es preciso señalar que la aceptación de ese déficit presupuestario considerable, precisa una superación radical. Se echa de menos el disponer de datos concretos actuales, como aquellos que el profesor Lagares nos proporcionó en otros momentos acerca de la manera de atinar con el sendero lógico para liquidar esos incrementos del déficit presupuestario, origen del actual y colosal endeudamiento del sector público. Es de esperar que se inicie un serio desarrollo para superar un problema tan importante como el que nos ha comunicado el Banco de España, con las cifras señaladas antes, la cuales, de momento, llegaban hasta 2019. Pero que en 2020, ofrecerán, con claridad, un empeoramiento.
Este problema del déficit y de la deuda pública, que mucho nos complicó la vida a partir del 2008, exige orientaciones, pero es preciso situarlo en un primerísimo lugar de la política económica. Y ello porque no estamos como en viejos tiempos. Recordemos la decisión de Cambó, cuando en 1922 montó todo un sistema financiero encabezado por el Banco de España y que, con el redescuento de la deuda pública, parecía alejar una situación catastrófica; pero eran años de radical independencia económica nacional, a costa, por supuesto, de un debilísimo desarrollo. Pero actualmente hemos perdido la independencia de antaño, y estos mismos días estamos contemplando lo que nos puede ayudar la Unión Europea, cuestión que he señalado, con interrogaciones en un artículo anterior.
Tratar de resolverlo, a través de un incremento impositivo, muestra ignorancia sobre el fantasma de la Curva de Laffer, que siempre está presente como una gran amenaza para la vida económica, y que exige no ir por ahí. Por otro lado, los excelentes trabajos que es capaz de efectuar el Tribunal de Cuentas son seguro adecuados para señalar de qué manera sería posible que -si se siguiese su muy serio dictamen-, aparecieran reformas notables en nuestra política económica, incluidas las cuestiones relacionadas con el desorden económico generado por haberse asumido medidas de política económica dispares según las autonomías, aceptadas a causa de las amenazas de eliminación de soportes parlamentarios al actual Gobierno.
En suma, es necesario aceptar el mensaje de la diputada del Partido Popular, Elvira Rodríguez, lanzado en el Congreso de los Diputados el 3 de julio de 2020, al señalar: «España, señora ministra, necesita transparencia en sus cuentas públicas, y de eso andamos un poco escasos», precisamente en la línea de aquello que en el año 2004, cuando se veía venir lo que acabó hundiéndonos en 2008, sostuvo José Barea en su conferencia La necesidad de transparencia en la gestión pública en el I Congreso Nacional de Auditoría en el Sector Público, al indicar algo que debe colocarse en vanguardia a lo largo de todo planteamiento serio de política económica: «La transparencia es a los entes públicos lo que el mercado es a las empresas».
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