Opinión
¿Subir el gasto o bajar impuestos?
¿Cuál es la mejor forma de estimular la economía? ¿Recortando impuestos o subiendo el gasto? La repuesta más sencilla que puede darse a esta pregunta procede del modelo keynesiano básico que se estudia durante el primer año de carrera: si los consumidores no gastan la totalidad de sus ingresos –pues una porción de los mismos es ahorrada–, un recorte tributario no se traducirá al 100% en un aumento de la demanda agregada –pues, repetimos, una porción de esos menores ingresos irá a parar a un mayor ahorro de las familias–; en cambio, un incremento del gasto público sí se traducirá enteramente en un incremento pleno de la demanda agregada. Por consiguiente, en principio parecería preferible subir el gasto público antes que bajar impuestos. Este razonamiento es, sin embargo, enteramente simplificador por varias razones. Primero, el modelo no tiene en cuenta la influencia de la rebaja de impuestos –o del aumento del gasto público– sobre la inversión empresarial: en la medida en que una rebaja del impuesto sobre sociedades pueda aumentar más y más generalizadamente la inversión empresarial que un aumento del gasto, entonces la rebaja impositiva podría ser preferible al aumento del gasto público. Segundo, el modelo tampoco tiene en cuenta la heterogeneidad de los agentes económicos: si, por ejemplo, el aumento del gasto público llega a las manos de algunos ciudadanos que no tienden a gastar sucesivamente esos ingresos, entonces el gasto puede ser más ineficaz a la hora de impulsar la demanda agregada que la reducción de impuestos. Tercero, el modelo tampoco considera que el aumento del gasto público puede no ser sostenible en el tiempo si no genera valor suficiente como para cubrir sus costes: en cambio, si la disminución tributaria fomenta nueva inversión productiva que cubra costes y que aumente la actividad, esa rebaja de impuestos puede volverse sostenible en el tiempo. Por último, el modelo tampoco tiene en cuenta cómo van a reaccionar los agentes económicos, no ante los menores impuestos o el mayor gasto público presente, sino ante esos mismos fenómenos en el futuro: si hay que emitir deuda pública hoy para poder bajar impuestos o para subir el gasto, habrá que subir impuestos o recortar el gasto mañana. Si las familias o las empresas saben que les subirán los impuestos en el futuro para financiar subidas del gasto en el presente, ¿de verdad se lanzarán a consumir o invertir más hoy sabiendo que mañana serán más pobres? Y si no lo hacen, entonces ni siquiera habrá un fuerte aumento de la demanda agregada presente. En cambio, si bajando impuestos se espera un aumento sostenible de la producción futura, los agentes no tendrían por qué esperar ni subidas de impuestos ni recortes del gasto, de modo que los ciudadanos sí podrían lanzarse a consumir o a invertir hoy. Por tanto, no: subir el gasto no es mejor que bajar impuestos ni siquiera en el corto plazo.
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