
Opinión
La valentía
Este martes estuve escuchando a Jordi Évole con Carlos Herrera a propósito de su libro «Confinados. Historia de una pandemia que paralizó el mundo». Contó que, durante este tiempo raro, ha tenido la oportunidad de hablar y conversar con mucha gente a la que, en otros momentos, hubiera preguntado por cosas dispares o por sus trabajos, pero que ahora se hace difícil no reflexionar en torno a este virus que nos está cambiando la vida. Recordó Évole que, seguramente, fue la última persona que entrevistó a Rosa María Sardá, magnífica mujer y actriz, antes de morir y que la encontró absolutamente pesimista, desmoralizada y triste. Recordemos que ella padecía cáncer. Contó Jordi, además, su empeño en animarla, en darle fuerza, en conseguir que su actitud fuera otra y que, al acabar, sintió cuánto se había equivocado. Revisó aquel encuentro y se sintió mal consigo mismo porque debería haberle dejado mostrar todo su dolor y toda su falta de esperanza. Y me pareció magnífico lo que Évole dijo. Todos escuchamos constantemente decir que los que se curan de un cáncer han sido unos valientes, unos guerreros, que han sido fuertes, que le han dicho a la enfermedad que no va a poder con ellos. Todos sabemos que eso no es así. Esa enfermedad es poderosa, muy poderosa la cabrona y luchar más o menos no es un pronóstico certero. Los enfermos de cáncer tienen derecho a bajar los brazos, a rendirse, a sentirse tratados injustamente por la vida, a no llevarlo bien, a no querer sufrir más. Como lo tienen los que afrontan todo ese proceso con la mejor de las actitudes. No es cuestión de valentía el tratamiento, es que no queda otra. Mi admiración es para todas aquellas personas que admiten la posibilidad de la muerte con serenidad, con la seguridad de haber sido buena gente y de haber dejado a sus próximos y prójimos con un huequito eterno. Les mando a todos ese abrazo apretao que ahora no podemos dar.
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