Opinión

Iglesias, a favor de los «okupas»

La falacia del falso dilema consiste en establecer una disyuntiva entre un número artificialmente limitado de alternativas que, además, de manera tramposa son presentadas como excluyentes entre sí. Por ejemplo: «Una de dos: o el aumento del paro se debe a la crisis económica o a la mala legislación laboral». En realidad, no hay por qué escoger entre una u otra: el paro podría deberse a ambos motivos a la vez o no estar siendo provocado por ninguno de ellos (sino por una tercera causa que no aparece explicitada en el enunciado: verbigracia, la existencia de nuevas tecnologías que inducen una sustitución de trabajadores por maquinaria). Esta semana, el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, recurrió desde el Congreso a la falacia del falso dilema para reflexionar sobre la okupación de viviendas: «El problema de la vivienda en España no es la ocupación; es el precio de los alquileres, la especulación y que los fondos buitre son el principal casero». La afirmación de Iglesias es errónea por dos motivos. El primero es que ofrece datos falsos: el principal casero de España no son los fondos buitre, sino los particulares. Más del 80% de las viviendas en régimen de alquiler están en manos de particulares. Pero, en segundo lugar, está empleando la falacia del falso dilema. Imaginemos que la especulación y los fondos buitre sí son un problema del mercado inmobiliario español: ¿excluye ello la posibilidad de que la okupación también sea un problema? Desde luego que no. Tanto la especulación como la okupación podrían ser problemas que dificultaran el acceso a la vivienda de los españoles (en realidad, hay argumentos para pensar que el mantra de la especulación no tiene una influencia apreciable en los precios, pero eso merecería otro artículo distinto). ¿Por qué entonces el líder de Podemos recurre a la falacia del falso dilema? Porque desde sus orígenes Podemos se ha aliado con el movimiento okupa para tratar de soliviantar el derecho a la propiedad privada sobre las viviendas. El propio Iglesias, antes de dar el salto a la política, insistió en que los okupas contribuían a deslegitimar socialmente el derecho de propiedad en favor del derecho a la vivienda: a saber, que cada vez más ciudadanos convalidaran moralmente la usurpación de un inmueble ajeno bajo el pretexto de estar accediendo a un espacio en el que residir. Ahora no sólo es preso de sus antiguas palabras, sino que en el fondo las sigue suscribiendo de la cruz a la raya. Por eso trata de exculpar tramposamente a la okupación. Y, desde luego, es un muy serio problema que el vicepresidente segundo del Gobierno sea un promotor del movimiento okupa en contra de la propiedad privada de los españoles.