Opinión

La libertad de la barra de un bar

La soledad de los bares es lo más parecido a una hecatombe nuclear del ánimo. Aprendimos más en ellos que en el colegio, y ahí sí que había que pasar de curso si querías prosperar en la vida, no como en las aulas de Celaá, en las que da lo mismo que no te sepas los ríos de España, ¿para qué? Si España no existe, ¿cómo va a tener ríos? Aunque eso sea una cuestión filosófica que no está en el temario. Los filósofos son seres ebrios de hermeneútica, he ahí a Illa, que seguro guarda una petaca en la cartera. En los bares el churro se enrosca en un periódico y las columnas se saborean todavía con un chorro de coñac en el café. Todo ese mundo ha desaparecido. Los borrachos de barra se irán a rimar las resacas a su casa. Solo que en la casa no hay barra. La Expaña era una nación unida por más de 180.000 tabernas en las que el personal sentía que por mucho que bramaran los bárbaros siempre quedaba la querencia de una caña. El cierre es la peor manera de parecernos a Suecia y es una forma de ser menos libres. Nunca el vino fue tan sagrado. Los bares formaban la última barricada rebelde. Nos dijeron que volveríamos y que todo sería igual que antes pero aún andan mintiendo sobre lo que pasó y lo que está por venir, que es una forma de emborracharnos con alcohol de mentira. Desde el Del Diego, donde un cóctel es la antesala al paraíso, a la tasca Manolo, más de pendencieros con navaja, el bar une a las pititas y los colgados, los que se reúnen a ver el fútbol y los que se acurrucan a su aire como en un cuadro de Edward Hopper. Cuando Julio Camba volvió a Inglaterrar a hacer eso que se llama vivir del folio lo dejó claro: «Inglaterra seguía bebiendo». España continúa tiritando. Un país que no bebe no es de fiar. Y luego están los taberneros. Bien está que nos relamamos las heridas por no salir a tomar el pincho que luego se convierte en merienda, pero qué hay de los que nos aguantan. A la ruina moral de este cambio de vida le acompaña la económica de los que abren la persiana. Un camarero en el paro es un tiro más a nuestra cartera. «España seguía bebiendo». Hasta que alguien no esculpa de nuevo esta frase no acabará la melancolía de una crisis. Salud.