Opinión

La Corona, el vínculo seguro de unidad y permanencia de la patria

Hay expectación por lo que pueda decir este año el Rey en su tradicional mensaje de Navidad. La circunstancia personal de su padre, fuera de España y acosado por cierta crítica de manera altisonante e inmisericorde, le obliga seguramente a referirse al delicado asunto por sus implicaciones institucionales. No se le puede exigir al hijo que reniegue de su padre para salvar la Corona. Sería una torpeza imperdonable. Ni hay razón alguna para ello.

El mensaje navideño no puede dar pie a que aumenten las sospechas de actuaciones irregulares del progenitor y brindar así facilidades a los enemigos de la Monarquía para que intensifiquen el acoso al Rey Juan Carlos, que tan altos servicios ha prestado a España. Sus eventuales errores humanos no justifican lo que está pasando. Bastará con que Felipe VI proclame una vez más que la justicia es igual para todos. O sea que del Rey abajo, ninguno. Pero eso ya lo sabíamos, aunque en este caso sectores de la opinión pública se están tomando contra él la justicia por su mano cuando ni siquiera hay un proceso abierto.

Esta campaña contra la Monarquía, utilizando eventuales fallos personales del rey Juan Carlos, no está afectando negativamente al brillo de la Corona. Al contrario. Como ha comprobado el Centro de Investigaciones Sociológicas, para sorpresa de José Félix Tezanos, su pintoresco director, la cuestión de la forma de Estado no está hoy entre las preocupaciones de los españoles, que ciertamente están preocupados por la crisis sanitaria, la crisis económica, el desempleo y el comportamiento de los políticos y del Gobierno.

En este momento, según sondeos serios que toman permanentemente el pulso a la situación, tres de cada cuatro españoles aprueba en conjunto la forma como el rey Felipe VI está desempeñando sus funciones en la Zarzuela. Es el porcentaje más alto desde junio del año 2018 e incomparablemente más elevado que el de ninguna otra figura nacional del panorama político.

Esto contradice a los propagandistas republicanos de la izquierda y de la periferia nacionalista, con sus falaces campañas anunciando a toque de corneta el próximo advenimiento de la República. Parece que esta campaña, encabezada por el líder de Podemos y vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, no sólo no está contribuyendo al «cambio de régimen», sino afianzando al actual sistema constitucional. La mejora de la imagen de la Corona de dos años a esta parte obedece, según los analistas de la situación española, precisamente al hartazgo de amplios sectores de la población ante los desaires, insultos, críticas y descalificaciones procedentes de los actuales socios del Gobierno de Pedro Sánchez al actual monarca y a su padre. Como dato significativo de la actual esquizofrenia gubernamental, el 79 por ciento de los votantes del Partido Socialista –es decir, un porcentaje levemente superior a la media de la población– evalúa positivamente a la figura del Rey Felipe VI.

Da la impresión de que España ha dejado de ser «juancarlista» –no se sabe si pasajeramente– y se ha hecho en estos dos años de turbulencias políticas, «felipista». Ante esas turbulencias en el Gobierno, en los partidos y el Parlamento, con enfrentamientos y constantes ataques a la Monarquía parlamentaria y al Poder Judicial, o sea, ante la pérdida de confianza en el funcionamiento de la vida política, la gente del pueblo busca asideros seguros donde agarrarse, y se agarra a la Corona, que es el vínculo seguro de unidad y permanencia de la patria. Esto explica sin duda la mejora de la imagen de la institución monárquica con su titular al frente, cuya fortaleza, a pesar del lamentable y penoso «exilio» del rey Juan Carlos, salta a la vista.