Espionaje

Estudiantes chinos en EEUU, el caballo de Troya de Xi

Posiblemente un 1% de los 300.000 estudiantes chinos en América (unos 3000), llevan a cabo labores de espionaje en centros de investigación de élite

Manuel Sánchez Cánovas

Un tercio de los estudiantes extranjeros en universidades americanas vienen de la República Popular China: aunque el interés de la inmensa mayoría fuera mejorar sus conocimientos, contribuyendo al desarrollo económico nacional, son una pieza fundamental en la estrategia del Partido Comunista para apropiarse de tecnología occidental, con implicaciones evidentes para la Seguridad Nacional occidental.

Durante generaciones, EEUU habría transferido la ciencia, la tecnología y la propiedad intelectual de Occidente, probablemente de forma inconsciente: desde el diseño de aviones de combate de última generación como el F35, a las últimas tecnologías de lucha antisubmarina; desde las patentes en chips de telecomunicaciones a la Inteligencia Artificial, una miríada de espías chinos sustraen constantemente secretos militares a industriales americanos.

Por una parte, China es líder mundial en las copias piratas de productos protegidos. Desde bolsos de marcas europeas de alto standing a logos de empresas de restauración rápida, se alcanzan proporciones de verdadero descaro. Según medios franceses, las aduanas galas registraron un aumento del 20% en las incautaciones en frontera en 2020. Por otra, Pekín, tras apropiarse de las patentes occidentales, ahora es líder mundial en la producción de patentes propias, impulsando reformas administrativas y legislativas sobre Propiedad Intelectual e Industrial.

Esto tiene consecuencias paradójicas para las empresas europeas y norteamericanas: mientras el respeto de las patentes chinas en EEUU y la UE es máximo, las mejoras en la protección de la Propiedad Intelectual occidental en China –y la capacidad administrativa para respetarla– siguen siendo claramente insuficientes, dejando a muchas empresas occidentales en situación insostenible. Operar en China supone perder el liderazgo tecnológico, pero no operar en sus enormes mercados –que conlleva la obligación de transferir tecnología a las empresas chinas– significa la pérdida de gigantescas economías de escala, las que ganan las multinacionales de la República Popular operando en Occidente.

Dada la complejidad burocrática, las decenas de miles de patentes que conllevan los desarrollos de alta tecnología –p. ej., en el diseño de un teléfono móvil–, ¿acabarán las empresas occidentales apropiándose ilegalmente de patentes chinas, en el marco de la necesaria reforma de la legislación sobre Propiedad Industrial a escala global? La China de la «Ley de los Hombres», ignoraría así el sistema internacional basado en normas, aprovechando las contradicciones del Occidente del «Imperio de la Ley».

Pero, ¿por qué no apropiarse de la tecnología en la misma fuente, antes de que aparezca, condicionando su dirección o reduciendo el coste de su desarrollo, aprovechándose de forma parasitaria del trabajo extranjero? Según Victor David Hanson, de la Universidad de Stamford, posiblemente un 1% de los 300.000 estudiantes chinos en América (unos 3000), llevan a cabo labores de espionaje en centros de investigación de élite. No hay, ni mucho menos, 300.000 estudiantes americanos en China. Y no sólo se trataría de extraer tecnología, sino de crear clones de sistemas; laboratorios, programas y fundaciones norteamericanas, trasplantándolos a la RP China. Ésta se apropia así de «lo que le interesa» de EEUU, enviando a los hijos de la élite del Partido a estudiar a América gracias a generosas becas: en un país fuertemente jerárquico, una cultura de carácter holístico, confucionista, que suprime la individualidad e independencia personal, los estudiantes serían bastante más susceptibles a la influencia del Partido, y teóricamente estarían a disposición del mismo.

Además, a los estudiantes chinos no se les orienta al estudio de Humanidades, Arte, Políticas o Sociología en EEUU, materias especulativas, sino a todo lo relativo a ciencia y tecnología, con preferencia por las aplicaciones comerciales. De hecho el 27% de los estudiantes de matemáticas avanzadas en América vienen de China, líder académico en esta disciplina. También la Robótica, el sector aeroespacial, la Inteligencia Artificial, la Biotecnología y el Software, engrosarían la lista de materias preferidas por dichos estudiantes. Finalmente, China es líder mundial en cyberespionaje y cybersabotaje: a sus hackers se les atribuye el reciente acceso ilegal a múltiples empresas punteras estadounidenses, como Boeing o Microsoft.

Separada del mundo por la «Muralla China de Internet», y con el espionaje de las comunicaciones electrónicas de sus ciudadanos, el Partido aísla al país de la comunidad internacional. No sólo se prohíben Facebook, Google o WhatsApp, mientras se ceba a clones favorecidos por Pekín como Tencent o Baidú, sino que una plétora de portales occidentales, son sistemáticamente censurados. Así se asegura que las ideas liberalizadoras occidentales no puedan cuestionar la supervivencia del régimen autoritario, siendo neutralizadas en origen. La legitimidad del Partido depende del alto crecimiento económico, de la educación de unos trabajadores alienados; obedientes, utilitaristas, interesados en el consumismo materialista, y alejados de actividades que puedan poner en cuestión el status quo. Borrell y Von der Leyen deberían tomar nota.

Manuel Sánchez Cánovas. Centro de Economía Política y Regulación-Facultad de Económicas. Universidad CEU San Pablo