Irene Montero
El inclusivo lenguaje de la ministra
Si una persona cualquiera hablara de hijos, hijas e hijes, de niños, niñas y niñes, y de todos, todas y todes, consideraríamos con fundamento que quizás sufre algún trastorno mental.
Ahora quien lo dice es nada menos que toda una ministra del Gobierno, provocando una comprensible irrisión y estupefacción generalizadas. Pero sería ingenuo quedarse ahí, ya que lo que está haciendo la Sra. Montero es una labor continuada de ingeniería social a través de la ideología de género llevada al lenguaje, mediante la pretendida «inclusión».
Desde que el Muro de Berlín cayó desplomado del lado comunista por el impulso de la libertad, la lucha de clases para acceder a la dictadura del proletariado no tiene visos de ser un reclamo atractivo para las masas. Ahora se impone como estrategia el gramscismo cultural, cambiando los medios pero no los fines, liderando el lenguaje inclusivo esa batalla cultural.
No es aceptable que ese proyecto marxista de ideologización del lenguaje sea el único que en democracia no sea susceptible de crítica, con el agravante de que a base del sufijo «fobo» se aplique un tipo penal por homófobo si se discrepa. La ideología de género es la más genuina expresión del marxismo cultural postmoderno, y oponerse a ella, no solo es legítimo, sino necesario para no acabar todos, todas, y todes locos, locas y loques en un psiquiátrico general vigilados por el Gran Hermano. O Hermana o Hermane. Esta es la batalla cultural y de valores, pendiente de afrontar por la derecha.
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