Marruecos

El neocolonialismo contra Marruecos

La pueril estrategia es europeizar la crisis y escudarse en los menores que fueron enviados como una nueva Marcha Verde

En el XIX o principios del XX hubiéramos resuelto la crisis con Marruecos enviando una fuerza expedicionaria. Desde Ceuta y Melilla hubieran podido salir dos columnas con infantería, caballería y artillería para darle una lección. Y hubiéramos depuesto al sultán para poner un títere más complaciente con nuestros intereses. Estaba en nuestra esfera de influencia, y los «moros», como se les conocía entonces –ahora es políticamente incorrecto–, tenían que ser buenos y fieles.

No en vano merecían nuestra influencia evangelizadora e incluso ayudarles en la modernización, porque por algo los europeos éramos superiores. Durante el XIX surgieron científicos que se dedicaron a medir cráneos y hacer todo tipo de análisis para sustentar la clara superioridad de la raza blanca. Ahora hemos avanzado, afortunadamente, y no enviamos un ejército para defender nuestros intereses al otro lado del Estrecho o para poner, siguiendo los deseos de Napoleón III, al archiduque Maximiliano, hermano de Francisco José I, como emperador en México, que también había sido una de nuestras posesiones, al mando del general Prim.

No obstante, es interesante comprobar que existe un poso neocolonialista en las relaciones con nuestro vecino del sur. Una vez constatada su culpabilidad, porque no se va a reconocer que el enredo lo ha organizado la incompetencia del ministerio de Asuntos Exteriores, mejor sería denominarlo de Desastres Exteriores, ahora toca mantener con orgullo la posición. La pueril estrategia es europeizar la crisis y escudarse en los menores que fueron enviados como una nueva Marcha Verde.

Esta ingeniosa salida, muestra de una culposa impericia en política internacional y un desprecio hacia los marroquíes, solo ha conseguido un coste económico superior a los quinientos millones de euros. No está nada mal. Estamos ante una grave crisis como consecuencia de una decisión que favorecía a los saharauis en su lucha contra Marruecos. No es un tema menor. No responde a una estrategia sobre el Sáhara. Esta es la parte más esperpéntica, porque podría entender que el gobierno decidiera ponerse del lado saharaui, aunque sea un despropósito y una agresión a un país con el que nos une tanta historia, cultura e intereses de todo tipo. En cambio, la impericia y la arrogancia están en el origen de lo que ha sucedido.