Pedro Sánchez

La ridícula agenda del reencuentro

Cuando regresen los independentistas, ya no podremos defender a España, la Constitución y la democracia. Cataluña será su botín

He de reconocer que siempre me sorprenden las expectativas que se levantan sobre las voces discrepantes en el seno del PSOE. Cuando llega la hora de la realidad nos encontramos con una aplastante mansedumbre. Esto no significa que todos comulguen con los indultos, sino, simplemente, que no le harán el trabajo a la derecha. La vida interna de los partidos, a diferencia del mundo anglosajón, se caracteriza por una férrea disciplina. El poder se deposita en el secretario general o el presidente que lo ejercen sin fisuras hasta que las crisis hacen que las mansas ovejas se conviertan en lobos dispuestos a defender su supervivencia. Hay una tendencia irrefrenable al caudillismo y he de reconocer que me gusta más la disciplina que el caos asambleario. No hay más que ver lo que ha sucedido con Podemos, donde su anterior líder carismático, el desaparecido Pablo Iglesias, dedicado ahora a ser un millonario de la casta, lo dejó todo atado y bien atado porque están todos felizmente colocados.

El comité federal del PSOE fue ayer un cómodo paseo militar para su secretario general. Lo único que faltó fueron las pancartas, los confetis y una banda de música. La humillante derrota de Susana Díaz ha situado a todo el mundo, si es que había alguien, cosa que dudo, capaz de poner en duda la estrategia de Sánchez. Ahora se han inventado esa cursilada de la agenda del reencuentro, me niego a incluir la palabra Cataluña, con los independentistas. Con mi tierra no hay que hacer ningún reencuentro salvo que queramos comprar las mentiras y la propaganda de ERC, JxCat y las CUP. Es bueno recordar que el PSC ya gobernó con los independentistas de ERC y es lo que quieren repetir Sánchez, Iceta e Illa. Esta formación, a diferencia de los aprovechados herederos del pujolismo, siempre ha sido independentista. Lo fue durante la Segunda República, la Guerra Civil, el exilio y, por supuesto, desde la llegada de la democracia. Es verdad que no podían llevar a término sus planes porque no tenían una base social, pero esto no significa que no lo fueran o que vayan a dejar de serlo. Ahora están con una nueva estrategia que se verá favorecida con la cursilada de la agenda del reencuentro.

Estamos ante una derrota en toda regla del constitucionalismo, porque el PSOE ha decidido «amnistiar» al independentismo y con la reforma penal quedará claro que saldrá prácticamente gratis una declaración unilateral de independencia. Otra cosa es que, de momento, no esté en sus planes porque ahora busca ampliar la base social, conseguir competencias, reformar el estatuto, una mejor financiación, debilitar el Estado y consagrar los elementos identitarios que dejen claro que Cataluña es una nación. A esto se une el aspecto fundamental de cultivar la faceta internacional, ya se sabe que los catalanes somos «gent de pau». La «violencia» no fue de los que querían votar y vulneraron el ordenamiento constitucional y estatutario, sino de un Estado represor, dicho irónicamente, que impidió la libre expresión de un pueblo. Por tanto, esa «gente de paz» tiene su mejor aliado en el gobierno de España que le legitima en el terreno internacional, porque se ha afirmado que se actuó con venganza y no con justicia. Lo estrambótico sería que no fuéramos derrotados en las instancias judiciales europeas.

Es verdad que el gobierno entra ahora en un terreno pantanoso, porque no aprende de los errores cometidos por los anteriores inquilinos de La Moncloa, aunque todos se sintieran muy orgullosos de las concesiones realizadas. No es un problema del PSOE o del PP, sino de ambos. Los independentistas interpretan la agenda del reencuentro como una clara y contundente victoria, porque les otorga la tan ansiada legitimidad. Estaban derrotados tras el fracaso del 1 de octubre, la huida del cobarde Puigdemont y sus compinches y las sentencias condenatorias. Es verdad que cuentan con un apoyo electoral importante, pero sabían que tenían en frente la unión del constitucionalismo y la firmeza de las instituciones democráticas. Todo el mundo cumplió su papel para defender España y la Constitución, pero las urnas dieron un resultado desastroso, porque la historia hubiera sido diferente con un PSOE o un PP con una mayoría suficiente

Una de esas situaciones caprichosas que nos depara la ruleta de la Historia hizo que Sánchez dependiera de aquellos que quieren la destrucción de España o el fin de la democracia burguesa. En esta ocasión tenemos para todo con Podemos, los independentistas, los bilduetarras y otros pintorescos antisistema que se sientan en las Cortes. La solución ha sido demoler la sentencia del Supremo y ayudar a que el independentismo tenga sólidos argumentos en su estrategia jurídica europea. Es uno de los pocos casos que podemos encontrar en la Historia en que un ejército victorioso, con sólidos argumentos a su favor, se rinde con armas y bagajes. En lugar de mantener la firmeza y esperar que se agotaran, realizar las inversiones y mejorar el sistema de financiación se ha optado por creer que los indultos y la agenda del reencuentro son la solución mágica que reconducirá al independentismo a la senda constitucional. Lo único que han conseguido es diferir el conflicto mientras el otro ejército se pertrecha y amplía sus fuerzas para la batalla final. Los aliados se equivocaron cuando enviaron a Napoleón a la isla de Elba convertido en un ridículo príncipe soberano, porque regresó para protagonizar los Cien Días hasta su derrota en Waterloo. Por ello, lo exiliaron para que muriera en Santa Elena. El problema es que cuando regresen los independentistas, ya no podremos defender a España, la Constitución y la democracia. Cataluña será su botín.