Política
Y el virus seguía allí
«Se ha intentado aplacar una pandemia con eslóganes cursis y palabrería costurera»
Estamos en la quinta ola. Esto parece el paisaje de una pintura japonesa en la que los tsunamis aparecen tan bellos que hacen poesía del desastre. Y así lo ven nuestros representantes zurdos que en vez de aplacarla hacen la ola al Gobierno por lo bien que la ha surfeado. Adriana Lastra, por ejemplo, la jefa, como una ola, pero de Rocío Jurado, sacando pecho. La realidad es que España llegó a la semifinal y luego se vino abajo. No hay equipo. Se ha querido aplacar una pandemia con eslóganes cursis, esa palabrería costurera que nos dice que hemos salido más fuertes, primero, y después que nos quitemos las mascarillas para que las sonrisas regresen a nuestras vidas, así, como un anuncio de Vitaldent. Que sonrían ellos, que el asunto es muy serio.
Ese lodo emputecido ya por la política se convierte en mensajes imprudentes que hacen creer al común que el aire está limpio y que a la hora de los besos el metro y medio es lo que hay que recorrer para llegar al éxtasis. Volvemos a los problemas de siempre en un macabro día de la marmota en el que lo mejor que te puede pasar es jugártela a la ruleta rusa. La ola desemboca en el lado opuesto de la orilla que desearíamos. En lugar de atraer al turismo, lo expulsamos con el espantajo de los nuevos casos. En vez de mirar el presente con más tranquilidad, por aquello de la vacuna, cunde el acojone con sombrilla, en fin, que nos íbamos a recuperar y parece que vamos a recaer enganchados a un optimismo pueril que es la anestesia que adormece a todo un país.
El fallo del TC pone en alerta a los tribunales regionales que ya no saben si dictar una sentencia o hacerse una PCR constitucional, unos dan positivo el toque de queda y otros preferirían entrar en la UCI y que decida el Tribunal Supremo. El Gobierno se ha centrado en lo urgente de aquella manera y ha olvidado lo importante durante demasiado tiempo. El parlamento se irá de vacaciones, faltaría más, sin una ley clara, y sin decretar cuál es la canción del verano, que es lo peor. ¿El chiringuito o la barbacoa? Como vacas sin cencerro.
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