Pandemia

Contra el pasaporte sanitario

Acéptalo todo sin chistar, no serás más un rostro, ni un nombre, ni unas huellas dactilares, serás una vacuna inyectada en un brazo

Zoé Valdés

La Bastilla se llenó ayer otra vez hasta el tope, en contra del pasaporte sanitario. Un pasaporte que no garantiza nada como no sea el control del gobierno a través de una aplicación que ya es obligatoria en Francia.

En breve, si no te has vacunado y si no posees el pasaporte sanitario en tu móvil no podrás ir a comprar ni una banana a Carrefour. Así estamos.

La taxista que me conduce desde la Tour Eiffel hasta Bastilla no puede contenerse y explota contra los manifestantes: «¡Debieran escoger otro día de la semana, pero no lo hacen para no perder la paga, y claro, manifestando hoy fastidian la jornada de trabajo de los taxistas!». Así empezó Cuba en 1959, cada uno por su lado y todos en contra de cualquier bobería. Ella quiere lo suyo y, el otro también su parte. Nada, que, reitero, así vamos.

En Cuba, 62 años más tarde, y después de seis días sangrientos, los carneros salen a la calle a repetir las consignas que la voz de su amo les susurra. Cinco vacunas propagandísticas y ninguna sirve, los muertos se acumulan en los hospitales, pero la gente todavía defiende la idea de «mejor la tiranía que una intervención militar». Fuck you!

En Francia la idea del pasaporte sanitario ha caído como un plomo. El anuncio de que en el futuro para lograr entrar en un Carrefour con la intención de hacer la compra habrá que probar que se está vacunado mediante la aplicación identitaria da la medida de que estaremos viviendo, si no lo estamos ya, bajo una dictadura.

«Lo mucho es lo poco», decía mi abuela. Qué gran valor había en los dicharachos de las abuelas. Contrario al «tanto tienes, tanto vales» que ha hecho de los mediocres un producto magnificado de estos tiempos. Acéptalo todo sin chistar, no serás más un rostro, ni un nombre, ni unas huellas dactilares, serás una vacuna inyectada en un brazo. Un cuerpo a la merced de los banqueros y las farmacéuticas. Francamente, cada día el mundo da más asco.

¿Podrán los adolescentes que en gran mayoría todavía no han sido vacunados acceder a un mercado libremente? Claramente no. Es una responsabilidad vacunarse. Sí. Pero debiera ser una responsabilidad mediante libertad de elección. No puede ser que si no se tiene el pasaporte sanitario no se consiga entrar en los lugares más normales del mundo. Porque de lo contrario, no le llamemos libertad a esto que ya pocos sabemos de qué se trata.

No podemos viajar a los países que queremos, no podemos disfrutar de la vida como no sea modulada, parametrada, y dirigida por imbéciles; mientras que el país que provocó este genocidio, administrado por el PCCH, viven hoy a su antojo, y hasta inauguran librerías catedrales, monumentales, a donde acude la población china masivamente, sin la más mínima preocupación. ¿Es justo? Claro que no. Pero a nadie parece importarle.

Para colmo, los gobiernos del mundo otrora libre continúan negociando y comerciando con China, sin presión de ningún tipo. ¿Presión? No, qué va, por el contrario, continúan ofertándole privilegios y dejándoles comprar medio mundo. No les basta con el control y el manejo de nuestra salud, de nuestros cuerpos, que ya ejercen y manipulan como les da la real gana.

Les ruego no se pierdan una película del año 1974, dirigida por el actor y director de cine francés Jean Yanne, titulada «Les Chinois à Paris» (Los Chinos en París). Lógicamente, en la época se trataba de una comedia, no lo es más hoy. En la actualidad la película, muy al día con los más recientes acontecimientos de la pandemia, por cierto, nos cuenta lo que Yanne supuso que ocurriría si la China comunista tomaba las riendas del mundo –como el visionario que era– y lo que ya está sucediendo. Los chinos comunistas en control absoluto, dueños de Occidente, cuya capital representada por París ha sido tomada y transformada bajo los designios del comunismo en su finca privada. Galeries LaFayette, la famosa tienda por departamentos, en el filme no es más que el cuartel general de los militares chinos que desde allí rigen el destino de los franceses y del mundo. Nadie protesta, de una manera absolutamente sumisa hacen colas cargados con sacos de yute que contienen únicamente papelitos doblados con los nombres que los chinos han exigido que les entreguen, los nombres de los resistentes, por supuesto. El francés entonces devenido chivato a merced de los comunistas chinos. El francés cobarde, lo que ocurrió también la Segunda Guerra Mundial, frente a los nazis, no olvidarlo.

Me alegra que ahora salgan a las calles a protestar en contra del pasaporte sanitario, pero ¿cuánto durarán esas protestas? Pues quizás hasta la próxima pandemia con la cepa tal o mascual. Recuerden que fue el coronavirus quien detuvo a los Chalecos Amarillos y a los Chalecos Negros en sus protestas callejeras de cada fin de semana. Como ahora mismo el «pueblo combatiente» se ha lanzado a las calles a venerar a unos criminales en una tribuna. Pobres muertos cubanos, rezo por sus almas y rezo por Cuba, y por Francia. Por España también, aunque ya la tiene dentro, sólo le falta moverse y gozar.