Opinión

El Prat: un desastre independentista

La zona de protección ambiental fue la creación artificial y caprichosa de una rica familia catalana

Los catalanes vamos de desastre tras desastre gracias a la incompetencia del gobierno independentista. No hay palabras para expresar la catástrofe que representa que no se pueda ampliar el aeropuerto del Prat. Era una inversión de 1.700 millones de euros, pero sobre todo se trataba de un impulso extraordinario que comportaba un impacto decisivo para la economía catalana. No será posible por culpa de las peleas entre los independentistas, las presiones de los movimientos ecologistas y los intereses de algunos alcaldes y vecinos de la zona. A todos ellos les resulta indiferente el progreso económico y social, porque quieren seguir como están. El coste de oportunidad es enorme y no se trata de una exageración. Es también un mensaje muy inquietante a los inversores que ven como la mala política contamina las instituciones. Una parte del independentismo prefiere que sigamos siendo pequeños, porque consideran que beneficia a sus intereses políticos. La zona de protección ambiental siempre ha sido un despropósito. La finca y su entorno fue la creación artificial y caprichosa de una rica familia catalana. Nada de ello existía antes de que se produjera esa actuación. Estoy de acuerdo con preservar el medio ambiente, proteger todo lo que se pueda, pero no comparto este despropósito.

Lo sucedido muestra el nivel de la clase política catalana y la falta de liderazgo del presidente de la Generalitat. Aragonés es prisionero de las veleidades de JxCat y los delirios de los antisistema de las Cup. El problema de Cataluña es que está en manos de unas formaciones que navegan sin rumbo y que están obsesionadas con la locura de una independencia que nunca se producirá. Mientras tanto, los proyectos se paralizan o decaen, los inversores huyen de una comunidad que se ha vuelto conflictiva y el clima social es muy desagradable. No existen explicaciones racionales que permitan entender o justificar la pérdida de esta inversión. Estamos ante un debate estrictamente ideológico, camuflado tras un ecologismo inconsistente, que se ha convertido en un mal endémico por culpa de las luchas partidistas. Una parte de Cataluña está ensimismada con la distopía independentista. Los empresarios, que quieren crear empleo y generar riqueza para la sociedad, se desesperan ante tanta incompetencia. El disparate final es que Aragonés exige la gestión del aeropuerto. Es algo que jamás debería suceder.