Política

Supervivencia o responsabilidad

Dado que el sustituto de Merkel es poco menos que un sinsustancia, el electorado opta por su ministro de Finanzas, aunque sea socialdemócrata.

Leo en «Con todo», el interesante relato biográfico de Íñigo Errejón, personal, osado, clarificador del lastre que sigue arrastrando la izquierda española, una referencia tangencial a Max Weber y su ética de la responsabilidad frente a la ética de las convicciones. El sociólogo alemán sostenía que el político debía fundamentar su acción en la primera, dado que la segunda lo distanciaba de lo que hoy llamaríamos compromiso: tu convicción te lleva a poner sobre las espaldas de los demás, que piensan diferente y por lo tanto están equivocados, la responsabilidad de las consecuencias negativas de lo decidido. En cambio, la ética de la responsabilidad exige que el criterio último de la decisión o la acción sean sus consecuencias, que quien decide o actúe sea responsable de ellas sobre él mismo y sobre los demás.

Esta asunción de responsabilidades, este compromiso con lo que uno hace y dice, conecta con algo de lo que la política española ha carecido en este presente tan estéril y melancólico: cintura, flexibilidad…Si usted quiere, valor. Los principios programáticos, sean o no ideológicos, y las reglas disciplinarias de partido, lastran cualquier innovación e impiden, por tanto, avances sociales. Y distancian a la clase política de quienes son sus votantes y administrados. Pero eso todavía no han sido capaces de entenderlo. Más bien al contrario, nadie se atreve a rebasar la línea roja de lo que cree desean sus votantes no sea que vayan a perder apoyos electorales. La convicción, en este caso ideológica o de partido, se pone por encima de la responsabilidad. La búsqueda de un camino que entrañe riesgo es un imposible para quien prefiere el ecosistema en el que la culpa de lo que pasa la tienen los demás.

Ni siquiera el golpe mortal que su electorado asestó a Ciudadanos por cumplir su programa pero olvidar su responsabilidad sirvió como lección.

Por eso uno contempla con incontenida envidia lo que en Alemania no sólo es común, sino que resulta decididamente apoyado por los electores, o sea, la ciudadanía. Que el candidato más votado en las elecciones del domingo haya sido un socialdemócrata que se ocupó de las finanzas en un gobierno presidido por una conservadora como Merkel, es un ejemplo palmario de esa afección por los acuerdos por encima de las ideologías, de la responsabilidad sobre la convicción, de la política de Estado –con mayúscula– sobre la de partidos –minúscula–. Dado que el sustituto de Merkel es poco menos que un sinsustancia, el electorado opta por su ministro de Finanzas, aunque sea socialdemócrata.

En Alemania votan diverso para impulsar creaciones responsables en forma de acuerdos políticos. Aquí probablemente votemos diverso porque ninguno termina de convencernos. Pero en ambos casos se vota y se espera responsabilidad.

La diferencia está en cómo se administra la cosecha. Allí se piensa en país y futuro. Se renuncia a lo propio para ganar en lo colectivo. Aquí la renuncia es impensable, porque el miedo a la pérdida es el impulso vencedor frente a la certeza delo necesario. Aferrarse a la convicción facilita la permanencia. Y permanecer, no perder posiciones, es la ambición primera y principal de los políticos en España.

Peor aún que aplicar la ética de la convicción es, me parece, aplicar la antiética de la supervivencia. En eso estamos.