Juan Pablo II

San Juan Pablo II, el Magno

Hoy los católicos y muchos hombres y mujeres de buena voluntad, recuerdan a un gigante del siglo XX, un sembrador de paz: San Juan Pablo II. Hoy es su fiesta, conmemorando el comienzo de su pontificado en esta fecha de 1978, que terminaría el 2 de abril de 2005. Fue, con 27 años, el tercero más largo de la bimilenaria Historia de la Iglesia, solo superado por los de san Pedro y el beato Pio IX, en la larga lista de 266 sucesores de Pedro al frente de la misma.

Su fecundo pontificado no puede explicarse sin el atentado terrorista que sufrió en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, coincidiendo con la fiesta de la Virgen de Fátima. Las heridas sufridas parecían mortales de necesidad, y él atribuyó su salvación a «su mano maternal que guío la bala, mientras otra mano disparaba el arma». Vio en esa coincidencia un designio providencial, que le llevó a convertirse en el «Papa de Fátima», estudiando mientras se recuperaba de sus gravísimas heridas en el policlínico Gemelli , la documentación obrante en el Vaticano acerca del conocido como «Tercer Secreto».

En aquellos momentos, recién asumida la presidencia de los EEUU, Ronald Reagan puso en marcha la conocida como IDE –Iniciativa de Defensa Estratégica–, el «escudo espacial» que rompía con la base que sustentaba la Guerra Fría: la convicción de que una eventual guerra nuclear entre las dos superpotencias provocaría la DMA, su «Destrucción Mutua Asegurada». La URSS era consciente de no estar en condiciones de afrontar el ingente esfuerzo inversor que exigía ese magno proyecto, lo que provocó escenarios de grave tensión hasta hoy no conocidos en su amplitud.

Los sucesos se encadenaron: El 25 de marzo de 1984, el Papa polaco que conocía el comunismo finalmente hizo la consagración de Rusia al «Corazon Inmaculado de María» pedida por la Virgen a sor Lucía en Tuy (Vigo) en 1929, y los acontecimientos se precipitaron. Tras Brézhnev, fallecieron Andrópov y Chernenko y Gorbachov aparecía en escena en 1985 con la Perestroika. En 1989 se desplomaba el Muro de Berlín, símbolo de la «Guerra Fría», sin cruzar ni un disparo entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, algo inimaginable en aquellos tiempos. Y dos años después, desaparecía la Unión Soviética el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción.

Pero Juan Pablo II recordaría que «la auténtica paz no es la mera ausencia de guerra…, que no hay paz sin justicia y que no hay justicia sin perdón». San Juan Pablo II, el Magno.