Opinión

El aburrimiento parlamentario

El Congreso es parte del Gran Hermano de la política donde se busca el espectáculo

Sánchez contempló con satisfacción desde su escaño la prevista superación del trámite de las enmiendas a la totalidad a los Presupuestos Generales del Estado. No existía ningún riesgo, nunca lo hubo, y los partidos de la oposición se pudieron desahogar con los habituales discursos en los que se arremete contra el presidente del Gobierno y el equipo económico. El Congreso es parte del «Gran Hermano» de la política donde se busca el espectáculo y, sobre todo, refleja que los medios de comunicación son, efectivamente, el cuarto poder. A diferencia de otros tiempos y lugares, los debates no pretenden convencer a nadie sino ofrecer, simplemente, titulares. Nuestro sistema parlamentario, basado en la elección de los diputados en listas cerradas y no abiertas o por circunscripciones, hace que los votos siempre sean previsibles salvo error de algún torpe que se equivoque. Por tanto, la ministra de Hacienda defendió su posición con vehemencia, sus socios seguirán con sus chantajes y las enmiendas a la totalidad sirvieron para demostrar que existen alternativas. No me sorprende que haya diputados que aprovechen para jugar con el móvil, enviar mensajes a amigos y familiares o incluso que dibujen para pasar el rato.

El aburrimiento siempre es malo. Lo ideal sería dormir con los ojos abiertos, porque no hay nada mejor que un sueño reparador. Hay personas que se concentran mejor haciendo algo mientras escuchan y no pierden el hilo del discurso. La verdad es que empatizo con ellos, porque lo hago habitualmente. Es una costumbre que cogí en clase cuando era joven y la he cultivado con gran fervor. Me sirve igual para las cuestiones interesantes como para las aburridas. El peor castigo es formar parte de la mesa del Congreso o del Senado, porque estás expuesto en el «altar» de la democracia y obligado, por tanto, a mostrar un cierto interés. Desde que escribí mi primera crónica parlamentaria hasta ahora siempre he creído que es una de las cosas más tediosas del mundo y aplaudo que esté bien retribuido. El Gobierno no cuenta con una mayoría sólida, a diferencia de ocasiones anteriores, por lo que tiene que depender de ese conjunto de socios tan poco recomendables. Esto hace que la vida parlamentaria sea algo más movida, pero igual de previsible.