Economía

Inflación en Estados Unidos

El fuerte expansionismo fiscal y monetario en el que estamos anclados no ayudará a estabilizar los precios

La inflación en EEUU se ha disparado hasta su nivel más alto desde 1990: un 6,2% en el mes de octubre con respecto a la misma fecha del año anterior. No se trata, además, de un problema exclusivo de la energía: la inflación subyacente, que descuenta el volátil efecto de los alimentos y de la energía, alcanza igualmente la cifra más elevada desde 1991, a saber, el 4,6%.

¿Por qué están aumentando tanto los precios? En gran medida, por problemas de suministro: existen cuellos de botella en amplios sectores de la economía mundial y, conforme se ha reabierto la economía, el aumento del gasto público y privado ha tensionado su capacidad productiva, elevando consecuentemente los precios.

En principio, pues, según afluya suficiente inversión hacia aquellos sectores donde existen mayores carestías desde el lado de la oferta, la inflación debería ir relajándose y normalizándose.

Pero cuidado: el gran riesgo de un brote inflacionista tan intenso como el que estamos experimentando es que esa inflación se enquiste en la economía. Si, como ya está ocurriendo en EEUU, los trabajadores comienzan a reclamar alzas salariales que les compensen la pérdida de poder adquisitivo y si, como reacción a esas alzas salariales, los empresarios vuelven a incrementar sus precios para mantener sus márgenes de beneficio, entonces podemos entrar en una espiral inflacionista alimentada no ya desde el lado de la oferta, sino esencialmente desde el lado de la demanda.

En principio, la inflación impulsada desde el lado de la oferta podría estar llegando a su fin, al menos en EEUU (aunque la crisis energética todavía tiene bastante que decir): la inflación de los precios de producción parece haber dejado de acelerarse; de ser así, estaríamos ante los últimos coletazos del incremento en el ritmo de inflación.

Pero si, en cambio, la alta inflación de los últimos meses ya ha penetrado en las expectativas de los agentes, entonces el freno desde el lado de la oferta no tendría por qué poner coto a la elevación de los precios, pues ésta seguiría siendo alimentada desde el lado de la demanda (es decir, desde el lado del gasto y de los ingresos). Es imposible saber qué sucederá, pero desde luego el fuerte expansionismo fiscal y monetario en el que estamos anclados no ayudará a estabilizar los precios.