Yolanda Díaz

Peligro: Yolanda Díaz sí viste de Amancio Ortega

Yolanda Díaz tiene todo lo que necesita para ganar pero también para perder si no aporta veracidad a su taconeo del 8-M

La vicepresidenta posa con un vestido de Uterqüe, la marca premium de Inditex, la empresa que sus posibles socios ensucian cada vez que pueden aunque luzcan sus prendas, como Pablo Iglesias, que también el diablo se viste de Zara. Vestido en cuero azul oscuro casi negro, sin mangas, como haría Doña Letizia, reina de alguna manera, Yolanda, de la izquierda, lleva unos altos tacones de Guess y un rojo explosivo en los labios: «Si estás triste, ponte más pintalabios y ataca», dejó dicho Coco Chanel para la que Yolanda Díaz sería un ejemplo del poder femenino, un siglo después de que la diseñadora arrebatara a los hombres los pantalones. Ya se entiende cuando asegura la vicepresidenta: «No soy la típica mujer progresista». La antítesis de Irene Montero. La señora Díaz se está convirtiendo en una «influencer» a la vez que susurra en comunista. Es gallega, pero en ese sentido podría ser francesa, parte de una «gauche divine» que llena el armario de zapatos, que es el vicio estilístico que se permiten ciertas mujeres, en cañí, sin ir más lejos, María Teresa Campos. Hasta «Le Monde» la piropea. En París se puede ser de izquierdas y vestir bien. Es más, se debe vestir bien para representar a la República. Hasta ahora, las peperas tenían el monopolio de la elegancia. Díaz cultiva la estética de la misma manera que sus socias meriendan ética, Ione Belarra por ejemplo, que al cabo es más falsa. La ética es una mentira y el cashmere solo hay que acariciarlo para darse cuenta de que es un lujo auténtico.

Yolanda Díaz ha llegado a la cima en su examen de cultivar una apariencia transversal y burguesa, como de «celebrity». Pero en la pasarela, como en la política, los excesos acaban pagándose. Digamos que Díaz quiere ser Ayuso por otros medios, los de Almeida, pero todavía no ha ganado unas elecciones, aunque está en ello. Lo malo de enseñar las cartas tan pronto es que el aura limpia acabe embarrando su imagen de porcelana. ¿Hasta cuándo sus posibles seguidores tragarán con su perfil bendecido cuando se den cuenta de que la princesa del cuento puede ser la reina de Blancanieves? Yolanda Díaz tiene todo lo que necesita para ganar pero también para perder si no aporta veracidad a su taconeo del 8-M. La ausencia de testosterona, tan mal vista en los panfletos dialécticos para los que la naturaleza se equivoca, favorece hasta ahora su proyecto. Está en la tabla de surf cogiendo la ola perfecta, como una Rocío Jurado mientras que Montero se tira por Rociíto, que ya ha perdido.