Pandemia

La convivencia con el virus

Es bueno tomar medidas, pero que sean coordinadas, coherentes y proporcionadas

Hace unos días cumplí escrupulosamente con la pauta de vacunación y acudí al Zendal para la tercera dosis. El sistema funciona muy bien y por medio de la página oficial concerté la cita sin mayor dificultad. Era un sábado y en menos de media hora había concluido el trámite de la cola, el rápido pinchazo y los diez minutos de descanso en uno de los sillones del hospital. No sé qué nos deparará el futuro, pero supongo que dentro de unos meses nos tocará una cuarta dosis u otra vacuna más eficaz. Me es igual, porque tengo claro que tendremos que convivir con el virus. Por supuesto, mantengo la distancia social y llevó la mascarilla siempre que es necesario. El sentido común marca qué es lo que hay que hacer en todo momento. No es un gran esfuerzo y la única incomodidad es cuando tengo que dar una clase. Hasta el momento he podido sortear la covid y me he marcado como objetivo no pasar la enfermedad, aunque los médicos no muestran el alarmismo de las primeras oleadas. A pesar de ello, no pienso bajar la guardia.

Nunca he sido aficionado a los grupos multitudinarios. No me gustan en ninguna circunstancia, aunque he tenido que cubrir muchos de tipo político, cultural o social. En el ámbito privado he procurado sortearlos siempre que he podido, aunque algunas veces me ha resultado imposible. Es cierto que incluso en esos casos intento mantenerme en una zona de confort lejos de los núcleos más abigarrados. No es ninguna fobia especial, sino que me disgustan porque no puedes hablar con tranquilidad y reconozco que me aburro. En el momento en que llego a este punto opto por desconectar. Es lo que hacía en clase o en misa cuando me tocaba sufrir a algún pesado orador con pretensiones. Con el tiempo conseguí depurar la técnica hasta el punto de que ahora nadie lo nota. Es tan cómodo como útil. Por tanto, todo indica que tendremos que convivir con el bicho y no sabemos cómo irá mutando. El problema es la reacción histérica y desordenada de los políticos que incluso sobreactúan con la vista puesta, como siempre, en el desgaste electoral. Es bueno tomar medidas, pero que sean coordinadas, coherentes y proporcionadas.