Congreso de los Diputados

No los cogerán vivos

Sánchez es ese dominguero que, yendo por el monte se encuentra un nido y toca a los pollos y después la madre ya no lo reconoce. El pollo es el partido y la madre, el votante

No se ruedan películas de persecuciones porque ya tenemos las retransmisiones del Congreso de los Diputados. Observo a los parlamentarios rebeldes navarros Carlos García Adanero y Sergio Sayas encaramados en la tribuna y gritando entre los lentiscos que no los cogerán vivos. Me acuerdo de mi amigo Javier cuando dice que si los navarros meten este ruido siendo medio millón, si fueran siete millones, habría que ver.

Qué distintos son el uno del otro los «empecinados» Sergio Sayas, de formas tan cortesanas, y Carlos García Adanero, una desbrozadora política. Habla como un torrente de piedras que, sin embargo, se le entiende perfectamente ahora que todo son susurros y circunloquios. Adanero es un tejón melero. Junto a Sayas, encontraron la manera de contradecir la disciplina de voto de su partido y decir «no» a la reforma de la reforma laboral –ya uno no sabe cómo llamarla–. La hubieran tumbado de no haber confundido el diputado cacereño el sí con el no por arte de los duendes informáticos o de lo que fuera. Casero dice que votó no y salió sí, aunque existe un temor cada vez más fundado entre algunos ciudadanos a que algún mandatario termine por confundir el botón nuclear con el de la Playstation.

Para ser el gran negociador, todo lo que toca Félix Bolaños lo rompe. Cuanto más ensalzo a un cargo recién elegido, mayor es el lío que forma. Me quiero acordar de Arantxa González-Laya y el caso Ghali. Negociando, el PSOE reventó Ciudadanos y va por el camino de volar por los aires a UPN. Dicen que Moncloa está maldita como la tumba de un faraón guapo y el que respira su aire enrarecido se condena para siempre y al poco tiempo, le entran las toses y los sudores. Ha traicionado tanto Sánchez que el que se le arrima parece automáticamente un traidor. Le sucedió a los murcianos de Ciudadanos, le sucedió al PNV, le pasó a Esquerra y le pasó a Esparza, que creyó ver la oportunidad bienintencionada de apartar a Sánchez de Bildu y ahora tiene el partido como un bebedero de patos.

Las cosas en política a veces se entienden y a veces, no, yo qué sé. Una parte de UPN considera que salvar el trasero a Sánchez a cambio de la no reprobación del alcalde de Pamplona era un precio demasiado alto. No se comprendió lo de recoger a Sánchez abandonado por Bildu cuando Sánchez los apartó del poder en Navarra aliado con Bildu después de jurar que nunca acordaría con Bildu. Dado el historial delictivo del sanchismo con sus compromisos, si alguien pretende comunicar un acuerdo con Moncloa corre el riesgo de que que se le vea como un hombre traicionado de antemano, un pringado si me permiten, o cosas peores. Sucede porque cuando los primeros engaños de Sánchez, la culpa era de Sánchez, pero a estas alturas, la culpa ya es del engañado. Sánchez es ese dominguero que, yendo por el monte se encuentra un nido y toca a los pollos y después la madre ya no lo reconoce. El pollo es el partido y la madre, el votante.

Digo yo que, a estas horas, a Sayas y a García Adanero los estará persiguiendo un escuadrón de motoristas para entregarles la carta de cese. Parece de libro que si dos diputados elegidos por un partido contravienen las órdenes de ese partido y cambian su posición, los acusen de transfuguismo. Si en cambio el que se mueve es el partido y los diputados díscolos se quedan quietos, el que queda como el tránsfuga es el partido.