Reforma laboral

¿Jugamos al parlamentarismo?

La catarata de prácticas opacas, distracciones, errores y tergiversaciones ha revelado de una forma particularmente cruda el parlamentarismo tal y como se practica en la carrera de San Jerónimo.

La sesión del Congreso que convalidó la contrarreforma laboral nos ha proporcionado algunos valiosos elementos para comprender el funcionamiento del régimen parlamentario, por lo menos en nuestro país. No siempre sale votada una ley en contra de la voluntad mayoritaria de la cámara… Para empezar, es digna de recordar la actitud de los dos diputados de la Unión del Pueblo Navarro, que votaron en contra de lo que les había indicado la Presidencia de su partido. Se dirá, con razón, que aquí hay una irregularidad. Hay quien ha hablado de vulneración de la representación de los partidos en el Congreso, e incluso de «traición». Habrá que tener en cuenta que los parlamentarios de UPN no habían participado en una decisión que contradecía toda su trayectoria política previa. Sin necesidad de entrar en valoraciones acerca del intercambio de favores entre el PSOE y la dirección de UPN, resulta por lo menos sorprendente que los diputados de un grupo parlamentario se vean reducidos –en un momento político particularmente relevante– a servir de simples correas de transmisión.

También resulta desconcertante la actitud de los diputados de Ciudadanos, que apoyaron el decreto siempre que no se introdujera ninguna modificación: «ni una coma». Con independencia de la oportunidad de la posición, extraña comprobar que la abstención en el Congreso de los Diputados acabe siendo el principal argumento de un grupo político. Se trata de una forma por lo menos curiosa de concebir el significado del debate parlamentario.

Tras el error, informático o no, protagonizado por el diputado Alberto Casero, también hemos aprendido que en lo que llevamos de año los diputados se han equivocado en el 21 por ciento de las votaciones realizadas en el Congreso. Es un comportamiento sin posible equiparación en cualquier otro campo profesional, digámoslo así, aunque encontrará quien lo justifique amparándose en la complejidad del trámite y de las materias tratadas. No siempre es ese el caso, como ocurrió esta vez. Es posible que también intervenga en esta tendencia a la distracción masiva la generalización del voto telemático o no presencial que abre la vía a toda clase de confusiones y permite votar antes de que se haya producido el debate… Como en el caso de los representantes de UPN, tampoco en este caso sale bien retratado el Congreso. Aún menos si este voto telemático favorece, como parece que ha ocurrido esta vez, la arbitrariedad en el recuento, protagonizada por la presidenta de la Cámara al impedir cualquier fórmula que –al menos– hubiera hecho posible la rectificación del error, sin impedirla a priori y sin necesidad de faltar luego a la verdad de lo ocurrido.

La (micro) contrarreforma laboral se ha hecho para que Sánchez pudiera salir del embrollo en el que él mismo se había metido al preconizar una derogación imposible. Ahora bien, como su único motivo era partidista, la votación del pasado jueves cobraba una relevancia aún mayor. De ahí que la catarata de prácticas opacas, distracciones, errores y tergiversaciones haya revelado de una forma particularmente cruda el parlamentarismo tal y como se practica en la carrera de San Jerónimo. Y, claro está, la fragilidad de un ejecutivo más interesado en gobernar por la mínima que en conseguir un respaldo mayoritario, político y social, a sus decisiones.