Eutanasia

Con respeto y libertad, sin ira y con verdad

Pido para las madres y los seres humanos abortados el amor y la misericordia de Dios. No es una postura farruca ni de desafío a las autoridades. Sólo es defensa del no nacido, del inocente

No salgo del asombro y estupor por el tanto meterse con la Iglesia últimamente y con aspectos que tienen que ver con derechos fundamentales, con valores y principios que han sustentado la sociedad española procedentes de la fe cristiana. Ustedes comprenden que me refiero al acoso de estos últimos días contra los bienes de la Iglesia, las acusaciones de abusos de menores por parte de algunos clérigos, las célebres inmatriculaciones, el castigo de prisión para aquellos que van a rezar ante las clínicas abortistas.

Sepan ustedes, señores del Gobierno y del Parlamento, que un servidor también ha rezado ante una de esas clínicas en Valencia. En la puerta de la clínica comenté en voz alta con el acompañante que me había llevado hasta allí: «¡Qué contraste, nosotros aquí rezando y dentro seguramente eliminando a pequeñas criaturas desamparadas, inocentes, frágiles, indefensas!». Según ustedes habría cometido un delito.

Pido para las madres y los seres humanos abortados el amor y la misericordia de Dios. No es una postura farruca ni de desafío a las autoridades. Sólo es defensa del no nacido, del inocente y del indefenso, del desamparado, al que ustedes facilitan su eliminación con sus leyes injustas e inicuas; sólo es defensa de la vida que ustedes rechazan; sólo es defensa de las madres que se han visto forzadas a eso, defensa de la natalidad y la maternidad, y que ustedes no han dispuesto leyes mejores que aconsejen, como se debe e integralmente; como no han permitido o no han promovido tampoco el apoyo a los cuidados paliativos ante la etapa final de la vida, y han aprobado la ley nefasta de la eutanasia. ¿Por qué actúan así? ¿Será porque prefieren una cultura de muerte? ¡Pero si su corazón y su mente seguro que no van por ahí! Piénsenlo. ¿Adónde conducen esas disposiciones inicuas?

Por mi parte, aunque no les guste, ruego a Dios su perdón y su misericordia por y para ustedes y les conceda la sabiduría necesaria y justa para buscar, discernir y realizar el bien como pedía el rey sabio, Salomón. Me tendrán siempre a su lado como buen y responsable ciudadano, libre y defensor siempre de la verdad, que pide a Dios por sus gobernantes y les desea lo mejor para el bien común, como enseña esa Iglesia que tan mal la están tratando en el foro del respeto que es el Congreso y el Senado.

¿Importa la verdad o importa ir contra la Iglesia? ¿Me responden?

Antonio Cañizares Llovera, es cardenal y arzobispo de Valencia.