Guerra en Ucrania

«E pur si muove»*

«E pur si muove». Musitó Galileo Galilei en 1633 tras abjurar de su teoría sobre el movimiento de la Tierra alrededor del Sol.

Aún conmocionados por la brutalidad que nos rodea e inmersos en el sinsentido de la violencia y el dolor teledirigidos, certificamos que la realidad no se detiene, nunca, y comprobamos cómo los 19 días de guerra de Putin han eclipsado, pero no frenado, el ritmo de otras transformaciones. La política española, sin ir más lejos, ha acelerado su actividad hacia un reposicionamiento que augura tentativas de cambios. Movimientos sutiles, pero lo suficientemente evidentes y públicos como para intuir unas consecuencias que apuntan a otra versión del bipartidismo (en una modalidad, eso sí, menos rigurosa que la anterior). Empieza a advertirse una tendencia que acerca el final de la férrea política de bloques, de ese «bibloquismo» en el que nos anclamos en 2015.

En las últimas semanas se ha visualizado la existencia de tres gobiernos en uno. O de un gobierno con dos elementos añadidos, más de manera forzada que natural. Las discrepancias por el envío de armas a Ucrania han evidenciado las diferentes posiciones socialistas y de sus socios, pero también las de éstos, divididos entre los rescoldos del Podemos de Iglesias y las proyecciones de Díaz. Unos planteamientos que presagian complejidades en el encaje frente a las urnas y que obligarán a las partes implicadas a defender y recolocar sus mensajes a medida que el ciclo electoral interminable retome su ritmo. La disonancia con los aliados del Ejecutivo abre a Sánchez la vía de una aproximación a la centralidad (y a otras combinaciones) que amplía, además, las opciones de concretar consensos en cuestiones de Estado.

Y, justo ahí, este giro enlaza con otro movimiento de la política española que es, cómo no, el periodo de transición que atraviesa el PP. La confluencia de los dos elementos ha propiciado el augurio de una cierta transformación en la relación entre partidos que conllevaría pactos para superar los límites de las siglas. Esa convergencia, que se ha ido alentando «sottovoce», se topa ahora con la firma del acuerdo PP-Vox en Castilla y León. Sin embargo, y paradójicamente, esa unión contendría en sí misma el principio del fin de los compartimentos estancos, tanto por la incomodidad generada como por su carácter más próximo al legado que a la declaración de intenciones. «Es mejor perder un gobierno que ganarlo con populismo», Feijóo dixit.

Una suma de indicios que apunta a que algo se mueve en la política española. Solo toca dilucidar si se trata de giros copernicanos o si, por el contrario, se reduce a meras piruetas lampedusianas.

* «Y, sin embargo, se mueve».