Castilla y León
Ni contigo ni sin ti
Feijóo no puede dejar de jugar con Vox, los necesita, so pena que cambie la realidad y se sume a la derecha europea que es el principal cortocircuito de la extrema derecha.
En psicología, se entiende el «ni contigo ni sin ti» como un círculo vicioso. Es una relación que no es de igual a igual, sino que uno de los protagonistas siente la contradicción constante de que el otro tiene algún tipo de interés, aunque a veces siente justo todo lo contrario. Por eso, dicen en la ciencia de la mente que no existe mejor forma de poder predecir qué puede ocurrir a corto plazo que analizar el camino recorrido en común. Y, sobre todo, como acabar una relación que puede ser tóxica. Solo se acaba dejando de jugar, de perder el tiempo y de centrarse en la realidad, ser sincero con uno mismo, no generar falsas expectativas, porque mantenerla en el tiempo es agotador, es vivir en la ambigüedad. No hay que situar las cosas en el escenario de cómo querría que fuesen, sino dejar de autoengañarse y analizar las cosas como son.
El PP de Alberto Núñez Feijóo desearía no contar con Vox, pero no le queda otra. Alfonso Fernández Mañueco dijo en la tribuna, durante su investidura ayer en Valladolid, que su gobierno «trabajará como una piña», pero en el detalle de las medidas se vieron piñones desgajados en el primer Gobierno de coalición de la derecha española, porque es un ejecutivo no deseado por el PP, pero necesario para mantener el poder. O sea, el síntoma de la contradicción constante que se viste haciendo de la necesidad virtud. Dicho a lo Fernández Mañueco el acuerdo de gobierno es «sin complejos». No parece que así sea, porque el interés de unos y otros no es el mismo, no es una relación de igual a igual, sino el preludio de una relación tóxica. Se ha visto en las humillaciones sufridas para hacer un pacto de gobierno que no pasaría una auditoria empresarial por genérico, en las presiones para no cerrar el acuerdo hasta que Feijóo fuera el presidente del PP, obligándole a retratarse y en las tensiones vividas para conformar el Ejecutivo. La toxicidad ha sido el común denominador.
Algunos sondeos ya señalan al PP como la fuerza más votada, pero aquí surge un pequeño problema: su dependencia de la ultraderecha. Y no olvidemos, una cosa es Castilla y León y otra Andalucía, y no digamos España. Limar asperezas con fuerzas más cercanas como Ciudadanos, Coalición Canaria, Partido Regionalista de Cantabria, Navarra Suma o incluso el PNV se antojan insuficientes para compensar a los ultrarradicales. Y con ellos detrás, todos estos saldrán corriendo. Y aquí está el nudo gordiano del problema, Núñez Feijóo no puede dejar de jugar con Vox, los necesita, so pena que cambie la realidad y se sume a la derecha europea que es el principal cortocircuito de la extrema derecha.
La duda es si Feijóo será sincero consigo mismo y no generará falsas expectativas. Los primeros movimientos de Mañueco serán claves para preparar el escenario de Andalucía. Pero, los problemas no vienen solos. Isabel Díaz Ayuso será la líder del PP madrileño el próximo mes y la presidenta no se lo pondrá fácil a su jefe de filas porque le está señalando un camino que no quiere seguir: pactar sin complejos con los de Santiago Abascal.
Las cosas son como son y no hay que autoengañarse. No hay que inventarse otra realidad, la que vivimos ya es bastante realidad. O se pacta con Vox o no se pacta, y el PP no ha dibujado un escenario de no pacto. Al contrario, se ha dejado engatusar para no ver la realidad. Ahora, quizá, es más clara esta realidad tras las presidenciales francesas que están enseñando un camino alejado del Frente Nacional. Feijóo podría seguir este camino, pero de momento, se deja querer y está dispuesto a jugar. Veremos hasta cuándo, pero como dicen los psicólogos vivir en la ambigüedad es agotador y genera tensión, sobre todo en una de las partes. Y esa, ya les digo, no es la de Vox. Aunque Feijóo evite la foto, todos vemos a PP y Vox de la mano.
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