Guerra en Ucrania
La OTAN y el imperialismo ruso
«Al autócrata ruso le dejan indiferentes las bravuconadas de los aliados»
Hemos regresado a los tiempos de la Guerra Fría ahora que ha comenzado una nueva, suponiendo que la anterior hubiera realmente concluido. Hay momentos en que pienso que solo vivimos un paréntesis y los viejos actores vuelven otra vez al conflicto. La descomposición de la URSS dejó un sentimiento de humillación en el pueblo ruso. Es una nación orgullosa con una importante y rica historia, así como una cultura fascinante. El periodo final fue un caótico desastre, que vivió Putin como oficial de la KGB en la RDA, y el sobrevalorado Gorbachov fue un perfecto inepto tan querido en Occidente como despreciado en su país. La Guerra de Ucrania ha vuelto a dar sentido a una OTAN que languidecía como una antigualla arrinconada en un trastero, aunque con un montón de funcionarios llenándose los bolsillos por no hacer nada. Lo mejor de estos organismos multilaterales es que acaban en un limbo. Su secretario general tiene un cargo muy pomposo, pero no es más que un amanuense que levanta actas y organiza eventos. Es una recompensa para políticos de segundo nivel.
Me he sentido muy reconfortado con las amenazas que lanzó Stoltenberg, que tiene un apellido que muestra fuerza y poderío, como un bravo varego dispuesto a conquistar Moscú, contra Putin y su imperialismo postsoviético. Le advirtió de que «ya conoce las consecuencias de atacar a un país aliado». Esto indica, dicho irónicamente, que el presidente ruso no lo debía saber. No le van a permitir que avance como hizo el mariscal Zukhov en dirección a Berlín. La vehemencia del frío Stoltenberg es disuasoria e incluso creo que los aliados de Putin, como el presidente chino, estarán temblando por el anuncio de que la OTAN aumentará a más de 300.000 sus fuerzas de alta disponibilidad. La realidad es que al autócrata ruso le dejan indiferentes las bravuconadas de los aliados, porque hasta el momento las sanciones no han servido para nada. A estas alturas hemos podido constatar, desgraciadamente, que cuenta con poderosos aliados y que ya controla una cuarta parte del territorio ucraniano. No se ha producido un golpe de Estado en Moscú y no hay revueltas populares. Hay que tener en cuenta de que la fragmentación y el régimen de opinión pública de las democracias son su fuerza, porque nos considera débiles y volubles.
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