Aborto

Sobre el aborto

Habrá un momento, cuando la «progresía» alcance un mayor nivel ético, que el aborto se considerará por todos un crimen

La histórica sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos contra el derecho al aborto ha soliviantado a la «progresía» y el feminismo, que lo consideran un ataque a la libertad de las mujeres y un retroceso social intolerable. Temen que este hecho tenga una proyección universal y marque una tendencia en contra de la controvertida ideología de género, empezando por poner en cuestión el matrimonio homosexual. Por el contrario, en amplios sectores del mundo cristiano, no sólo católico, empezando por los dirigentes eclesiásticos, la decisión ha sido un alivio y se ha acogido con esperanza. Consideran que proteger y preservar el derecho a la vida del no nacido, criatura indefensa, es la primera obligación ética y entra de lleno en el campo más acotado y estricto de los derechos humanos. Lo que para unos es una regresión, para otros es un avance. El pulso está en todo lo alto y sobran las descalificaciones mutuas. El aborto es un trance doloroso y difícil para cualquier mujer, que merece respeto y compasión, pero no parece razonable que un huevo de cigüeña merezca más protección del Estado que un feto humano. Esa es la cuestión. En esto el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha sido más diligente, a pesar de la disparidad de criterios en su seno, que el Tribunal Constitucional español, al que el actual Gobierno «progresista» pretende renovar con urgencia para evitar una sentencia desfavorable.

«El caso es -escribió Miguel Delibes- que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna “progresía”. En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado (…) No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente». Por su parte el filósofo orteguiano Julián Marías, senador constituyente, dejó escrito: «La aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo que se va acercando a su final». Publicó este resonante artículo en ABC el 10 de abril de 1994. No es una polémica nueva. También la esclavitud y la pena de muerte se aceptaron socialmente durante mucho tiempo como una obviedad o una necesidad. Habrá un momento, cuando la «progresía» alcance un mayor nivel ético, que el aborto se considerará por todos un crimen.