Gas

Hipocresía energética

La energía verde no vendrá sólo del viento, la insolación y la lluvia, sino también de la mano de un uso transitorio de los hidrocarburos asociado a la descarbonización.

«Váyanse ustedes preparando para un frío invierno mientras pasan calor en verano». Este es el mensaje que transmite la Comisión Europea en su programa de ajuste energético con el que quiere compensar la caída del suministro de gas natural por parte de Rusia. Las alternativas a éste se fían sobre todo al incremento del gas norteamericano –que en más de un 70% se extrae mediante la fracturación hidráulica (fracking)–, aunque al parecer será insuficiente. Así que, nos dicen, a ponerse el abrigo en casa cuando lleguen los vientos gélidos y, por si acaso, a cerrar el aire acondicionado ahora para ahorrar. Y está el alarmante añadido de interrumpir la producción fabril como si tal cosa. Pelillos a la mar.

A la Comisión Europea –como a la mayoría de los gobiernos del continente que, en esto, dicen amén al potente lobby ecologista– no le parece un ejercicio de hipocresía prohibir el fracking en su territorio mientras admite la descarga de los metaneros que traen el gas natural desde Norteamérica. No considera un contrasentido sustituir una dependencia –de Rusia– por otra –de USA– mientras en el subsuelo europeo, según la Energy Information Administration, se almacenan unas reservas de gas de esquisto superiores a 16,9 billones de metros cúbicos –equivalentes a las que tiene el país americano y más del doble de las que se ubican en Rusia–. ¡Qué paradoja! Despreciar la explotación de nuestros recursos naturales mientras se arbitran malas soluciones de emergencia para un problema que se ha alimentado por las propias decisiones europeas al sancionar a la potencia del este. España no las aprueba, pero sigue prohibiendo la extracción del billón de metros cúbicos de gas que alberga nuestro subsuelo.

Tenía razón Antonio Brufau, presidente de Repsol, cuando el otro día, ante sus accionistas, criticaba una política europea de cambio climático que pretende el liderazgo en la transición energética no a partir del desarrollo tecnológico, sino sobre el fundamento de la imposición de trabas a los recursos propios mientras se aceptan sin el menor reproche los ajenos. Porque, no nos engañemos, la energía verde no vendrá sólo del viento, la insolación y la lluvia, sino también de la mano de un uso transitorio de los hidrocarburos asociado a la descarbonización.