Política
La absolución del PSOE
La corrupción socialista, no digamos ya la socialista andaluza, es justicia intrínseca
El Tribunal Supremo ha confirmado lo fundamental de la sentencia del caso de los ERE. Ya no quedan dudas de cómo algunos de los altos cargos y dos presidentes de la Junta de Andalucía conocían o trabajaban activamente en una gigantesca trama destinada a detraer fondos públicos para beneficiar a su clientela política. Aparte de las tramas de corrupción del nacionalismo catalán, nunca ha habido en la historia de la democracia española un caso de corrupción como este. Hunde sus raíces en el régimen de caciquismo socialista establecido en Andalucía en tiempos de Felipe González y Alfonso Guerra, aquellos modelos de socialdemocracia. También ayudó a mantener al socialismo en el poder junto con el cultivo de una identidad andaluza cada vez más paródica. De atender a algunos de los argumentos socialistas que se han escuchados tras la difusión de la sentencia, se deduce que los socialistas consideran que la trama de fraude y desviación de dinero público organizado desde la Junta ha sido una de las señas de identidad de la región. Los socialistas practicaban allí una forma propia de justicia, más allá de cualquier consideración legal y democrática: la justicia andaluza, en cierto modo.
Estos argumentos parecen descabellados, y lo son, pero han empezado a sentar los fundamentos del futuro indulto, si es que el Tribunal Constitucional no anula antes lo dictaminado por el TS y la justicia ordinaria. Lo de menos, en el fondo, es el indulto en sí. Después de los que se han concedido a los separatistas catalanes, nada puede ya extrañar de este gobierno y la mayoría de los españoles sabe que el indulto es un instrumento puramente político en manos del gobierno y sus amigos. Más relevantes, en cambio, son los argumentos que llevarán al indulto y que a su vez tienen un papel político propio. El primero lo acabamos de ver: la trama fraudulenta de los ERE era una forma propia de justicia andaluza, levantada para paliar injusticias que –no hace falta decirlo– proceden los tiempos inmemoriales en los que la región era un solar saqueado por los directos «predecesores» del Partido Popular. Y cuando se dice que Manuel Chaves y José Antonio Griñán son dos hombres buenos, no solo se recurre al argumento especioso de que no sacaron provecho personal de la trama, como si la trama no hubiera sido una herramienta en favor del PSOE. También se continúa el mito de la bondad intrínseca del socialismo, aquellos inolvidables «Cien años de honradez». La corrupción socialista, no digamos ya la socialista andaluza, es justicia intrínseca.
De rebote, queda bien fijada la idea de que el Partido Popular encarna la esencia de la corrupción, el único partido, como gustan de decir los socialistas y sus amigos, que ha sido condenado por corrupto. Por eso el PP haría bien en tomarse en serio todo esto. Probablemente es una buena opción mantener el carácter presidencial de Feijóo, un poco por encima de la «mêlée», en una sociedad tan exasperada como la actual. Y está claro que con sus argumentos el PSOE se dirige ya en exclusiva a un electorado de allegados y ultraconvencidos, además de otro de medios muy limitados y fácil manipulación. Aun así, quedará la mancha imborrable del PP y esa perversión –nueva vuelta de tuerca en la corrupción institucional– según la cual la justicia, la justicia auténtica, la imparte el gobierno socialista con sus indultos.
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