Opinión

A la secesión por el diálogo

La puesta en escena de la Mesa de Diálogo es en sí misma la imagen de la claudicación del Estado ante un Gobierno autonómico cuya credencial más reciente es que sus predecesores políticos han perpetrado un auténtico golpe de Estado desde esa misma instancia. Tras haber sido indultados sin atisbo de arrepentimiento, proclamando «que lo volverán a hacer», contrariando el criterio unánime del Tribunal Supremo –como Tribunal sentenciador– y de la Fiscalía, le han tomado la medida a Sánchez. Conscientes de que su permanencia en La Moncloa está en sus manos, actúan en consecuencia.

En algún momento, el PSOE deberá asumir las consecuencias de pasar a la Historia como el partido que permitió la ignominia que significa formar un Gobierno sometido a los votos de quienes tienen como objetivo estratégico la ruptura de España. Que no se sorprendan de lo que ha sucedido en Andalucía, como antes en Madrid. Dentro de 10 meses, en las elecciones municipales y autonómicas, comprobarán que no se puede pretender ser Bismarck, dirigiéndose a los españoles, y Simón Bolívar, a los secesionistas catalanes y vascos.

Tras pactar sin publicidad ninguna la pasada semana con Pere Aragonès el pago del plazo para seguir durmiendo en La Moncloa, ahora aflora una parte del mismo. Violentando al TSJ de Cataluña y al mismo TS, el Gobierno de la Nación acepta que «la lengua española oficial del Estado» que «todos los españoles tienen el derecho a utilizar y el deber de conocer» como garantiza la Constitución, no se reconozca siquiera un 25 por ciento del horario lectivo en la escuela.

En la práctica significa que no sea lengua vehicular y tenga un estatus legal de lengua extranjera. ¡Cómo ERC, Bildu, Podemos no van a apoyar a Sánchez! Jamás podían imaginar que al frente del Gobierno de España estuviera una persona dispuesta a conceder, para subsistir políticamente, todas las humillaciones y desgarros a la nación española.

La lengua no es para los secesionistas catalanes un instrumento de comunicación personal ni un signo de una identidad cultural e histórica; sino ante todo y sobre todo, el instrumento político esencial para adoctrinar en la escuela a las futuras generaciones —y a las actuales en los medios audiovisuales— en el odio a España a través de un permanente falsario relato de la Historia y la actualidad.

En 2014 creyeron disponer de la masa crítica social para desencadenar la secesión de España en su mítica interpretación del 11 de septiembre de 1714, convirtiendo la Guerra de Sucesión en una inexistente guerra de Secesión. Tras el fracaso obtenido están reagrupando sus efectivos. Con Sánchez a su servicio.