Opinión

La espada de Bolívar, objeto de culto político

La ceremonia de toma de posesión del electo presidente colombiano, el izquierdista Gustavo Petro, ha dado lugar a una polémica que ha colocado a cada uno en su sitio. El motivo es que durante la ceremonia el Rey de España permaneció sentado al paso de la espada de Simón Bolívar portada por unos soldados, mientras que el resto de invitados se puso en pie.

Desde luego, una vez más se cumple el dicho de que «una imagen vale más que mil palabras», pese a que éstas no han faltado en boca de los socios y aliados políticos de Sánchez ni en aquellos momentos ni posteriormente.

Es cierto que no ofende quien quiere sino quien puede, pero en este caso el desprecio y el odio a España que destilan estos lamentables comentarios vienen de quienes forman y sustentan el Gobierno de España: ERC ha insultado gravemente al Rey con unas expresiones que demuestran una vez más quién es y dónde está este socio prioritario de Sánchez a cuyos dirigentes indultó de los graves delitos cometidos sin arrepentimiento alguno, y contra el criterio contrario y unánime del TS como Tribunal sentenciador. Los podemitas, tan próximos al ultraizquierdista Petro, no se quedan atrás, y también ponen en evidencia el Gobierno que tenemos explicando buena parte de lo que nos sucede por la degradación institucional que sufrimos, impropia de una nación como una mínima autoestima y dignidad. Para todos ellos Simón Bolívar, nacido español criollo, es un ídolo a quien venerar por haber conseguido la «hazaña» de derrotar a los españoles.

Agrava lo sucedido el conocer que la espada de Bolívar no está reconocida legalmente como un símbolo nacional colombiano, que son el Escudo, el Himno y la Bandera, al igual que en casi todos los países del mundo, incluido el nuestro. Por eso, en el protocolo del acto no constaba la presencia de tal símbolo, que Petro, recién tomada posesión de su cargo –por cierto, en fecha coincidente con la batalla de Boyacá, decisiva en la guerra por la independencia de Colombia– y como primer acto de su presidencia, ordenó que se portara y que es objeto de culto –no consta de momento si de latría, dulía o hiperdulía– para los socios y aliados de Sánchez y del PSOE, únicos que han llorado por tan blasfemo acto.

Mientras la idolatrada espada desfilaba ante la tribuna presidencial, entusiastas espectadores gritaban: «Alerta, alerta, alerta, que camina la espada de Bolívar por América Latina». El sanchismo quiere que camine venerada por España.