Economía

Inflación, entre el sacrificio personal y la catástrofe social

Quizá Sánchez piense, como Helen Thompson, y sería una buena hoja de ruta hacia la catástrofe social, que la política del sacrificio personal es inviable

Helen Thompson, profesora de Política Económica en Cambrigde, autora del libro «Desorden: Tiempos difíciles en el siglo XXI», acaba de decir que «la política del sacrificio personal es inviable». Lo destaca Alfredo Pastor, secretario de Estado de Economía en los ya lejanos 1993-1996, cuando gobernaba Felipe González y la inflación entonces también era todavía un problema, aunque ya menor que el actual. Andreu Mas-Colell se quedó a las puertas del premio Nobel de Economía, más o menos cuando –sin que tenga nada que ver– empezaba a convertirse en el padre intelectual de los economistas catalanes «indepes». Luego estaría en el Govern de Artur Mas y, sin abjurar de nada, desaconsejó algunos disparates, con éxito desigual. Ahora acaba de escribir que «el manual de buenas prácticas fiscales indica que hay que evitar el gasto estructural en periodos con puntas de ingresos que, como los actuales, son claramente transitorios». Centrado en lo catalán, añade que «eliminar los peajes es fiscalmente regresivo», entre otras cosas porque «incentiva usar el automóvil privado».

El dato de la inflación definitiva de julio conocido ayer, un 10,8%, el porcentaje más alto desde 1984, no da respiro a ese Gobierno que presume de que, sin sus medidas, rondaría por el 15%. Puede ser cierto, pero significaría que Sánchez y los suyos embalsan –maquillan– subidas de precios con políticas de gasto –y ciertas subvenciones– que como diría Mas Colell «hay que evitar». La batalla contra la inflación exige sacrificios, igual que la lucha contra el cambio climático como ha explicado Alfredo Pastor cuando recogía las opiniones de la británica Thompson. La profesora de Cambridge, en el Post Cast la «Agenda sostenible» que coordina Ferge Byrne –ex Financial Times–, recuerda que desde los años setenta del siglo XX pedir sacrificios a los votantes conduce a perder las elecciones como les ocurrió a Jimmy Carter (1980) y a Gerhard Schröeder (2005) en 2005 en EEUU y en Alemania.

Pedro Sánchez no es el principal responsable de la espiral inflacionista, aunque fuera entusiasta de la política monetaria que en parte la ha desatado, agravada con la guerra de Putin. Sin embargo, si no adopta medidas que implican sacrificios, sí será responsable de que en España no sea algo transitorio, aunque el daño qua ya ha hecho, pérdida del poder adquisitivo de casi el 11%, sea permanente. Quizá piense, como Helen Thompson, y sería una buena hoja de ruta hacia la catástrofe social, que la política del sacrificio personal es inviable.