Libros

Amuleto protector

El libro se convierte, durante unas horas, en un amuleto protector; protector frente a las prisas del mundo laboral, frente a la banalidad e insignificancia del tiempo humano que pasa y se desvanece

Seguro que, cuando partieron hacia estas vacaciones que ya se acaban, llevaron con ustedes algún libro. Esa era, al menos antes, una costumbre general que ahora han desplazado los dispositivos digitales. El objetivo era leer, durante los días de descanso, aquello que no se había podido leer el resto del año debido al poco tiempo disponible y los compromisos laborales. Muchas veces, finalmente, no se cumplían los buenos propósitos y no era infrecuente que el libro volviera a casa intacto o apenas empezado. Las delicias de sestear se imponían casi siempre a las promesas de la letra impresa, pero lo importante era la intención. Ahora, esas costumbres e intenciones han sido desplazadas por el triturador monopolio de atención que nos absorbe desde nuestros aparatos digitales con sus habituales tonterías. Desplazadas, ojo, no eliminadas.

Queda aún un porcentaje importante de gente que sabe de ese momento de comunión, de tiempo detenido, de inesperada apertura a un escenario suspendido en la memoria, que supone abrir un libro en tiempo de vacaciones. Cuando estamos a solas con un libro se abre una ventana a un mundo estrictamente privado, el del lector y la obra. El libro se convierte, durante unas horas, en un amuleto protector; protector frente a las prisas del mundo laboral, frente a la banalidad e insignificancia del tiempo humano que pasa y se desvanece.

Yo por eso pienso que nunca desaparecerán del todo esos fieles que cargan un libro en vacaciones. Y ya que la intención es lo que cuenta, aunque el libro vuelva intonso, añado una recomendación: reformulemos la tradición y propongamos prescindir de los más vendidos de tapa dura y que el libro vacacional sea un clásico. No tengo nada contra esos excelentes libros juveniles para adultos llenos de detectives costumbristas, cromos sociológicos y temblores psicológicos. Pero para un libro que se van a llevar de vacaciones prueben con Chaucer, Quevedo, Shakespeare o Dickens. Se sorprenderán de cuánto nos protegen.