Política

El despropósito del control de precios

Las medidas para enfriar la economía son tan arriesgadas como no hacer nada

No hay nada peor que las ocurrencias para un gobierno que tiene que hacer frente a la crisis económica y energética que afecta a Europa. Nuestros españoles son más desfavorables, aunque la única ventaja, dentro del desastre, es que nos afecta a todos. El BCE subirá este jueves los tipos y agravará la situación de muchas familias y empresas, pero es necesario enfriar la economía. Una vez más, una crisis, como nos demuestra la Historia, tiene un impacto enorme entre las clases medias y bajas. Es una obviedad que olvidan nuestros políticos. El fuerte endeudamiento hará, además, que salgamos más tarde y peor de la actual situación. En este escenario tan volátil y complejo, es bueno no sacar a pasear los viejos tópicos de la izquierda intervencionista. Los antecedentes desde la Antigüedad nos demuestran que las políticas de control de precios son un desastre. El emperador Diocleciano lo intentó y provocó la ruina. Al final, el resultado siempre es el contrario del deseado. Lo mismo sucedió en la Unión Soviética y sus satélites. Ni siquiera es positiva como una medida temporal.

Las empresas son las primeras interesadas en contener los precios, aunque parece que la izquierda radical no quiere entenderlo en esta época marcada por la proximidad electoral. El control de precios es una tentación irrefrenable para algunos políticos y no hay duda de que puede resultar atractivo como acción propagandística, pero lo importante, cabe insistir, es saber si resulta útil o no. La inflación no es la consecuencia de la codicia de unos empresarios que quieren beneficiarse de forma irresponsable, sino del impacto de unas políticas económicas previas al estallido de la guerra de Ucrania, los problemas de abastecimiento y de las cadenas de suministro tras la pandemia y, por supuesto, de la agresión militar de Putin y la subida de los precios de la energía. Las medidas para enfriar la economía son tan arriesgadas como no hacer nada. Por tanto, la clave es encontrar un escenario de equilibrio. Los datos demuestran que el sector del comercio, tanto las grandes como las pequeñas superficies como la distribución, intenta contener la repercusión del incremento de los costes. En este sentido, sería bueno que el Gobierno diera ejemplo e hiciera lo mismo, aunque disminuya la recaudación.