Política

La grieta de Estados Unidos

Ni Biden (por edad y condiciones) ni Trump (por ser un fabricante de odio) pueden protagonizar el futuro

Nadie se podrá sorprender si mañana, 8 de noviembre, los ciudadanos de Estados Unidos entregan el control del poder legislativo al Partido Republicano. Los sondeos auguran esa opción como altamente probable. En buena medida, los nuevos congresistas republicanos serán del sector trumpista. El viejo gran partido de Lincoln (Great Old Party, como es conocido entre los americanos) ha derivado en una organización filopopulista entregada a los designios de Trump y, tan importante como eso, a los intereses unipersonales (económicos y judiciales) del personaje. La posibilidad de que se presente a las elecciones presidenciales de 2024 no necesariamente le devolverá a la Casa Blanca, pero con toda seguridad provocaría que la grieta de la sociedad americana se ampliara de tal manera que las consecuencias serían imprevisibles.

Por el momento, el presidente Joe Biden se enfrenta a un escenario que podría limitar seriamente su margen de maniobra en la segunda mitad de su mandato. Pero esto no es nuevo. El sistema político que crearon los padres fundadores de la democracia americana se sustentó, precisamente, sobre la base de lo que se conoce como los checks and balances, controles y equilibrios, de tal manera que nadie pudiera acumular todo el poder en sus manos. Y la realidad histórica nos muestra que es muy habitual que el presidente sea de un partido, mientras que el Congreso lo controle el otro. El Congreso puede limitar y hasta poner freno a determinadas iniciativas del presidente, y el presidente dispone de derecho de veto para aquellas medidas que el Congreso pretenda aprobar y con las que no esté de acuerdo. Se pretende, por tanto, que la acción de gobierno obligue al consenso entre diferentes.

La posibilidad de que en 2024 compitan de nuevo Biden y Trump por la presidencia resulta, como poco, inquietante. Sería la demostración de que los dos partidos son incapaces de renovarse, y mostraría que la sociedad americana ha optado por autolesionarse. Cada tiempo tiene sus protagonistas. Ni Biden (por edad y condiciones) ni Trump (por ser un fabricante de odio) pueden protagonizar el futuro. Deben instalarse cómodamente en los libros de historia.