Política

La decadencia de las instituciones y unas lentejas

El deterioro de lo oficial, el desapego de los ciudadanos hacia sus representantes y la falta de confianza en las reglas del juego han sido premisas recurrentes en el debate público

Cuando empezó la Guerra Civil, en el verano de 1936, la máxima preocupación de Luisito era que su padre le regalara una bicicleta para los meses de asueto. El conflicto, sin embargo, pospuso la compra. Y no solo eso, claro. Los cambios estructurales en la vida del joven, en la de su familia y en la de tantas otras no tardaron en llegar. Para quedarse, además, durante años. Este es, ya lo habrán reconocido, el esbozo argumental de «Las bicicletas son para el verano», la obra de teatro de Fernán Gómez reconvertida en película. Según avanza la contienda, la situación de necesidad de los protagonistas se va tornando agónica hasta el extremo de que el padre reúne a todos los miembros del clan para aclarar quién ha sido el responsable de la desaparición de un potaje de lentejas. La tensión entre ellos va creciendo y, al final, todos confiesan que, cada vez que entraban en la cocina, cogían discretamente una cucharada del guiso. Ninguno pensó que su pequeño gesto fuera a notarse, creyeron que su comportamiento no tendría consecuencias. Pero fue así como, poco a poco y sin que nadie lo percibiera, la cazuela se vació.

Esta escena, tan descriptiva de la condición humana, se confirma como metáfora perfecta de las transformaciones paulatinas, imperceptibles, que juzgamos inocuas y que terminan por resultar determinantes. Y esas sumas de pequeñas decisiones que derivan en resultados de mayores proporciones han generado en España, en el ámbito de lo común, un choque tal entre los poderes del Estado que el desprestigio institucional ya ha cristalizado. Aunque lo cierto es que apuntaba maneras desde hace años. El deterioro de lo oficial, el desapego de los ciudadanos hacia sus representantes y la falta de confianza en las reglas del juego han sido premisas recurrentes en el debate público. Basta repasar, para constatarlo, la lista de populismos crecientes y la catarata de crisis sin precedentes en democracias antes perfectamente asentadas. Un mal común a países de nuestro entorno que nos ha empujado a conformarnos, a asumir que estábamos inmersos en una corriente contemporánea irremediable.

Y, como en una fatal conclusión, ahora asistimos a un salto no solo cuantitativo, por acumulación de frentes abiertos, sino, y esto es más grave, cualitativo: las acusaciones que deslegitiman la labor de los jueces, las constantes faltas de respeto parlamentarias y la banalización de los golpes de estado representan una escalada arriesgada en exceso. Para evitar penosas sorpresas futuras, no está de más recordar la trascendencia de cada cucharada de lentejas.