Opinión

Antierosión institucional

Mientras, junto a una parte de la población, nos mantenemos expectantes y orantes ante las noticias que apuntan a un súbito empeoramiento del ya delicado estado de salud del muy querido y venerado Papa emérito Benedicto XVI, que podrían presagiar un fatal desenlace, hacemos un hueco para comentar la agenda política nacional, muy movida en estas fechas. Lo cierto es que demasiado para lo habitual en estos tiempos, pero la erosión institucional provocada sobre todo por el Gobierno como principal responsable político, muy oportunamente denunciada por el Rey en su reciente discurso de Nochebuena, ha actuado como una auténtica catarsis desbloqueando en 10 minutos en el CGPJ lo que llevaba seis meses bloqueado.

La crisis se precipitó con la situación creada por el Gobierno al saltarse todas las normas existentes, escritas y tácitas, queriendo «colar» una revisión exprés de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del TC como unas simples enmiendas a una proposición de ley, que no un proyecto de ley, como hubiera sido lo procedente, y sin guardar conexión con ellas. Por cierto, una «proposición» para reformar nada menos que el Código Penal, escrita con quienes lo violaron y por ello fueron juzgados y condenados por el Tribunal Supremo. Ante ese atropello, y con el recurso del PP, el TC hizo de la necesidad virtud paralizando su tramitación en el Senado en una excepcional decisión. En el auto, el alto Tribunal ha dejado claro que no hay ningún ámbito que quede ajeno al cumplimiento de la Constitución, ni siquiera por el poder Legislativo.

Es un auténtico revés para el sanchismo, que por eso tiene tanta urgencia en controlar dicho Tribunal de Garantías Constitucionales, como único dique de contención a su política de conchabeo con el secesionismo catalán, erosionando la Carta Magna por la puerta de atrás. Ahora ya proclaman, exultantes ellos y sus terminales mediáticas, que disponen de una clara mayoría «progresista», lo que confían validará su política de entrega al separatismo republicano catalán.

El auto comentado puede ser, así, el canto del cisne de una institución que es decisiva para el mantenimiento del orden constitucional, y que en manos de Sánchez, ya sin controles ni contrapesos a sus deseos, carece de límites para su ambición. «Sic transit gloria mundi» –efímera es la gloria mundana– nos evoca Sánchez, mientras la figura de Benedicto XVI, atesorando tanta sabiduría como humildad y sencillez, suscita un intenso eco en estos momentos en que parece se aproxima su tránsito definitivo hacia la Casa del Padre.