Opinión

José Luis Mendoza: in memoriam

Escribo en memoria de un gran amigo, pero ante todo de un gran hombre, y muy amigo de Dios, José Luis Mendoza, alma de una espléndida realidad universitaria, la UCAM, la Universidad Católica San Antonio de Murcia, que hoy cuenta con más de 20.000 alumnos de 30 grados y 90 másteres de todos los ámbitos académicos, por él fundada junto con «su inseparable esposa», en expresión de Benedicto XVI, y de la mano de santa Teresa, como le gustaba a él proclamar.

Si «por sus frutos los conoceréis», no es difícil saber quién era el hombre cuyo funeral fue celebrado ayer en el histórico recinto del Monasterio de los Jerónimos, actual sede de la Presidencia y Rectorado de su querida Universidad. En presencia de las autoridades y representaciones institucionales políticas, académicas, sociales, militares y judiciales de la Región de Murcia y de otras procedencias, numerosísimas personas asistieron a la ceremonia exequial –destacando la cantidad de jóvenes estudiantes–, tantas que muchas de ellas incluso tuvieron que seguirla a través de una pantalla gigante situada en el exterior del grandioso templo. Por supuesto, arropado al frente por su extraordinaria familia encabezada por Lola, su querida esposa y sus catorce hijos con sus cónyuges, algunos nietos y una legión de coronas de flores, ¡más de 260…!, que agotaron las existencias en la ciudad y obligó a ser suministradas desde Alicante. José Luis fue pionero de una auténtica «universidad del deporte», con significativos olímpicos españoles de los que ha sido paladín, así como de una obra social referente en el mundo universitario, todo ello fruto de su vocación de servicio a la sociedad y de su fe en Dios.

Tres días de luto oficial han decretado la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital, con las banderas ondeando a media asta en la fachada principal de sus instituciones. Su fe inquebrantable le hacía superar todas las contradicciones y sinsabores que inevitablemente se cruzaban en su caminar, que él vivía como cruces indispensables puestas por la Providencia. Con los tres últimos Papas mantuvo una relación privilegiada de cercanía y afecto, y de ellos recibió en todo momento impulso para su misión.

El mismo miércoles, apenas unas horas antes de su fallecimiento a los 73 años tras una larga enfermedad vivida con el espíritu y fortaleza de siempre agarrado a la Cruz, recibió una llamada personal del Papa Francisco para transmitirle su cercanía y oración. Al decirle José Luis que «estaba preparado», Francisco le replicó: «Intercede por mí». José Luis, con un hilo de voz, exhaló: «Amen. Amen».

D.E.P. amigo José Luis.